martes, 31 de mayo de 2022

A responder

Le mintió sobre absolutamente todo, siempre con esa sonrisa sincera, cándida y hasta inocente; nunca fue el chico más sexoso del salón, tampoco el más inteligente ni el que tenía la mejor percha. Ni qué decir del que mejor parlaba. Ahora tenía que soportar verla todos los días en el colegio con el dolor que aumentada al igual que la barriga, porque con aquella misma boquita con que lo conquistó, no solo lo engañó en cuanto a amarlo, también respecto a su esterilidad.


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¿Contexto? Ve al cuento de este blog que se llama Lo que no quiso ver. Puedes hallarlo en el buscador o ir directamente al mes de marzo de este año.

lunes, 30 de mayo de 2022

Mentir a sí mismo

Le dio otro trago a la cerveza. La idea, inicialmente, era emborracharse para menguar el dolor, pero su cuerpo acostumbrado al alcohol no hizo más que embucharse. Maldecía, más que nunca, cada momento en que el trago la había acompañado por un mal momento, y que ahora, cuando más lo necesitaba, era incapaz de ayudarla.

- Ya no te amo. Las cosas se han deteriorado tanto, que siento que esto es insostenible. Me voy.

Había preparado con anterioridad a su llegada esa noche el minúsculo discurso. No le sorprendió, al menos no del todo. Lo que la hizo explotar fue esa manera tan elegante y formal. Esa forma de actuar tan metódica y ordenada. Esa austeridad de semblante, esa asertividad de la palabra que la había enamorado por alejarse del común, fueron el preámbulo de la catástrofe.

- Vete…

- Espero que lo entiendas…

- ¡Que te vayas ya!

Había hecho una pequeña reverencia en signo de respeto y agradecimiento, y acto seguido tomó una maleta que se echó al hombro, otra más en su mano derecha y dos bolsas con la izquierda.

Quiso mirar por la ventana hacia el parqueadero, en busca de un cuerpo lejano de caminar torpe a causa del peso; no lo halló. La noche lo ocultaba y la distancia lo salvaba.

Había transcurrido más de una hora desde aquello y el contenido de la botella se le antojaba repulsivo; la cama no era una opción para descansar. ¿Su madre o su padre? En absoluto. No aún. Sus corazones estarían más rotos que el de ella. Lo tenían en un pedestal. Amen por no tener hijos, si no sabía en qué concentrarse con el abandono de Javier, mucho menos qué hacer con uno o dos personitas más. No podría contener las lágrimas que, ahora pasado el shock inicial, comenzaban rodaban lentamente; muriendo con ella.

La cocina le recordaba su deliciosa comida, la habitación la necesidad de mantener todo ordenado, el ambiente en sí mismo su naturaleza de adulto rebelde que lo llevaba a no beber, fumar o salir de rumba. Los libros que se apilaban en el pequeño estudio, las discusiones casa vez que compraba un nuevo ejemplar, y que terminaba con una actitud condescendiente. Y, por supuesto, la capacidad de mantenerse fuerte ante cualquier crisis y siempre apoyarla… ¿Qué había pasado? Ella lo sabía; a la perfección. Mantener secretos en pareja durante mucho tiempo es muy complicado, y con una persona tan rutinaria cualquier actitud extraña, fuera de contexto, se volvía sospechosa.

- Mary, contesta… – Susurró, mientras resonaba el timbre de la llamada. Buzón de mensajes.

Necesitaba desahogarse. Y si bien no era una jovencita que se lanzaba a descargar sus lágrimas en una almohada, un diario o los estados de sus redes sociales, el vacío que le devoraba las entrañas, parecía que en cualquier momento regurgitaría en un estallido contra algo, alguien o contra sí misma.

¿Debería dejar que el dolor fluyera en un mar de lágrimas? ¿Qué se le congestionara la nariz y se la manchara el rostro? Sería lo mejor, pero en su fuero interno algo le decía simplemente no. Primero, porque el temple mostrado hasta el momento, en que no desesperaba en los pensamientos y las acciones, le henchía satisfactoriamente. Segundo, porque se sentiría como una impostora. Como si tuviera que actuar por alguna convención social, para una escena que nadie vería, donde toda mujer responde con desesperación al abandono. Concluyó que debería dejar que las emociones y los pensamientos simplemente la habitaran al igual que las respuestas de su cuerpo.

Fue al baño y se desnudó. Lavó su cuerpo con vehemencia en la ducha, como si el agua cumpliera por fin su obligación simbólica con los humanos de expiar; purificar. ¿De qué? Fácil: de él. De su actitud enmascarade de hombre fuerte, de su aspecto sincero de palabras edulcoradas, de su falso semblante de hombre ideal, de sus palabras vacías, de… No. No era él de quien necesitaba liberarse. No en estricta forma. Porque al final, fue un acuerdo tácito que él decidió romper afortunadamente, pero dando una razón ficticia.

Tomó el champú y el jabón que ambos compartieron, y recorrió su cuerpo con sus manos. Era bella, lo sabía, pues a sus conscientes treinta, no podía negar el atractivo que perduraba de su adolescencia. Pero todo aquello era superficial, o así quería verlo. ¿No es un cuerpo solo un cascaron del alma? ¡Malditos ideales! Se reprochó, pues reconoció en ese pensamiento el influjo de Javier.

El tiempo pasó y el vapor inundó la estancia. Los dedos se contrajeron esponjosamente y la respiración se entrecortó. Un sonido lastimero brotó, al tiempo que se acurrucaba de manera fetal.

- ¿Por qué no me amaste? ¿Por qué me mentiste?

Retórica vacua, pues ella lo sabía al dedillo. Desde que lo conoció en la facultad de humanidades, desde que se acercaron por influencia de sus amigos, desde que se autoconvenció, como lo hacía a diario, que el sentía algo por ella, que la amaba, que le atraía su cuerpo, que tendrían una familia, desde que… su egoísmo lo empujó, como todo el mundo a su alrededor, durante los últimos cinco años, durante toda su vida, a comportarse como un hombre ejemplar debía hacerlo.

Deseó, allí, entre el agua caliente que brotaba sin cesar y el frío inexpugnable de las baldosas, ser un hombre para tener, al menos, una verdadera oportunidad de ser amada por él.

Vomitó todo lo que pudo; su garganta le cosquilleó por una cerveza.

domingo, 29 de mayo de 2022

Preámbulo al desastre

- Señora. Su hijo se ha vuelto más retraído. Ensimismado. Los profesores están preocupados y han tratado de integrarlo con el grupo. Él se niega rotundamente a hacerlo.

- Profe, yo entiendo su preocupación, pero el pelao’ solo quiere llamar la atención. Ha sido así desde que me separé. Y aquí se lo digo frente a la psicóloga. Es solo que yo le diga que le compro alguna cosita y ahí está, sonriente como si nada.

- Entendemos que el comportamiento del pequeño cambia en cada espacio y con quien se relaciona. Pero mamita, el niño se niega a hablar y lo máximo que hemos logrado son estos dibujos, mire. Donde está él solo, siempre hace rayones circulares de color negro y, en estos otros, donde está acompañado y con una carita feliz, aparece lo que se puede reconocer como la figura paterna. Estamos encontrando un patrón y, mamita, es urgente trabajar juntos por el bien del niño.

- Mire profe… psicóloga. Como sea. Ya he pasado por varios procesos traumáticos con el papá del niño. Yo me asesoré y, por derecho, tengo la custodia porque soy la mamá. ¿Me entiende? Soy la mamá. Así que no me anden insinuando que es mi culpa. Yo me mato trabajando, partiéndome el lomo, para que él tenga un buen colegio como este, pero por lo visto es de lo peorcito, porque me atacan…

- Señora Cuviedes, bajemos un poco los ánimos. No la estamos atacando. Lo que quiere la psicóloga decir es que el niño no tiene un comportamiento adecuado en el aula, y no logra vincularse con sus compañeritos, ni tampoco trabajar en clases.

- Lo que me faltaba. Yo pago para que ustedes vean cómo aprende y lo corrijan, no para que me llamen a decirme los defectos que tienen; esos los conozco perfectamente.

- Señora, en lo que vamos de reunión su hijo no ha alzado la cabeza y pronunciado una sola palabra. ¿No cree que eso es poco común para un pequeño de su edad, cuando normalmente son muy activos?

- Es que él ya sabe que cuando los adultos hablan, no debe ni abrir un centímetro la boca.

- Pero señora…

- Señora nada, y se acabó esta discusión. A mi niño lo crío como yo quiero, y ustedes están en la obligación de educarlo, primero, porque yo no tengo tiempo para hacerlo porque trabajo; segundo, porque estoy pagando la pensión; tercero, porque si me lo sacan esto se les va hondo. Soy madre cabeza de hogar y vivo en una zona de riesgo social. Así que, si ustedes le vulneran el derecho a la educación al niño, nos vamos a lo legal. ¿Entienden?

- Señora, espere. Entendemos su posición, pero al menos llévese los dibujos de su hijo…

- ¿Yo para qué quiero eso? Ya tengo suficientes en la casa.

- Al menos llévese este. Es el único que no le hemos mostrado.

- A ver… ¿Qué quiere que le diga? Felicitaciones por mi bebé que es muy bueno dibujando, Ppro es basura. Dibujar no sirve para ganar plata. Solo vótelo o quémelo, o yo qué se.

- Pero señora, el dibujo es de un niño y tiene un cuchillo con, al parecer, sangre por todo lado.

- ¿Y?

- Pues señora…

- Mire, me voy y agradezca que no le siento la mano en la cara. Ya tengo muchos de esos horribles dibujos en la casa llenando la basura. Y un niño pequeño no tiene la inteligencia suficiente para hacerse daño. Buen día. Vámonos Gabo.

- Espere señora Cavi… Como grosera la mujer, ¿no?

- Más de lo que me gustaría. Pero lo que realmente me preocupa es Gabriel.

- Lo sé. No alcanzamos a tocar el tema del bisturí que robó a Monsalve, el cuchillo de la cafetería, o lo que hizo con ellos al maniquí de biología luego de escribirle su nombre en la frente.



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sábado, 28 de mayo de 2022

Le cortaron las alas

Las monedas volaron al igual que los dulces. La culpa llegó rápidamente al conductor del bus y al del auto; al semáforo y hasta la sociedad misma. Pues, ¿qué hacia un niño tan pequeño trabajando en el transporte público? Pero quien realmente sentiría el peso en el alma era la madre que, habiendo perdido a su único hijo en las calles bogotanas, recibiría pocos días después de su muerte, unos pequeños y brillantes zapatos negros para los cuales él había ahorrado y pronto habría comenzado a estudiar.


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viernes, 27 de mayo de 2022

Solución calculada

La pequeña se sentía en un mundo del revés. Claro, porque dentro de la lógica que había construido su familia, lo importante era leer, aprender, convivir. Principios estos que los pequeños compañeritos en su nuevo colegio, pues había entrado a la secundaria, tomaban por retrógrados. Se burlaban de la disciplina que trataba de ejercer al colocar cuidado en las clases, así no le agradaran del todo; de la memoria que se empecinaba en ejercitar, pues esos recuerdos que trataba de retener no estaban a la moda; de los libros en los cuales se concentraba en leer, ya que para eso existían no solo resúmenes, videos u otras alternativas, sino trabajos que les permitieran dedicar tiempo a cosas más importante de sus propios y convencionales padres, como los chismes, morbosidad, burlas y hasta la violencia simbólica.

Tal vez, y solo digo tal vez, porque seguramente estos pequeños seres que crispaban los nervios de los profesores a diario, tuvieran un mínimo de conciencia, o sus padres lucidez de la situación que podían provocar, se habrían dado cuenta del recelo que creció en la pequeña hacia ellos y hacía sí misma, pero fue demasiado tarde. Ese quince de octubre que, con la resolución de la infancia que no alcanza a dimensionar las consecuencias de sus actos y una mente que resplandece de soltura por el dolor, compró un gran paquete de veneno para ratas, una bolsita de Frutiño y los mezcló en una gran botella de agua, para terminar brindando el contenido en vasos plásticos a los compañeritos de grupo al final de la clase de educación física. No perdonó siquiera a la profesora que, cayendo en último lugar, pues su cuerpo adulto era más resistente, la miraba incrédula mientras se retorcía tormentosamente con baba blanca brotando por la boca.

- Usted podía ayudarme y no hizo nada.

Fueron las últimas palabras que escuchó la mujer, mientras la pequeña largaba lágrimas acompañada de una sutil y apesadumbrada sonrisa.

jueves, 26 de mayo de 2022

Presagio

- ¡Ahí viene, ahí viene!

- ¿Por qué la pequeña dice eso?

- Es como una costumbre. Lo hizo una vez con el papá y otra con el abuelo.

- Pero ellos desaparecieron, ¿no?

- Sí. Fue lo último que escucharon antes de hacerlo.

miércoles, 25 de mayo de 2022

Mérito

Se graduó de un colegio privado de renombre, además de tener profesores particulares para las áreas en las que flaqueaba. El segundo idioma, necesario para su proyecto de vida, lo perfeccionó en el exterior. También pasó por una de las universidades más caras del país. Su padre le consiguió uno de los mejores puestos laborales con uno de sus amigos de negocios más cercano. Heredó poco después la responsabilidad de la empresa familiar y en consecuencia su fortuna. Cuando lo entrevistaron para hablar del secreto de su éxito, lo resumía en un trabajo arduo, sin descanso, y sin ayuda de nadie; era un hombre que se construyó así mismo. Añadió, por su puesto, que cualquiera, sin importar los ingresos económicos, podía ser exitoso como él. La gente le creía.

martes, 24 de mayo de 2022

A eso se le llama estrategia

El pequeño volvió a perder matemáticas. Ya era la tercera y por tanto la vencida. Iba a perder el año. Sin embargo, su madre cansada por el trabajo, no revisaría de inmediato la anotación en la agenda; lo haría en la siguiente mañana, y sabía lo que le corría pierna arriba. Golpes con la chancleta en la cola, claro está, después de los gritos, las amenazas, las cachetadas y las palmadas en las manos. Pensó en quitar la hoja y arrojarla a la basura, pero ya lo había hecho una vez con resultados aún peores. Así que, tomando una firme decisión, se escabullo en la noche de su cuarto, y para que su mamá no tuviera que ver sus malas notas nunca más, le hundió un cuchillo en los ojos.

lunes, 23 de mayo de 2022

Y al bajar la cabeza

Se sentía mal consigo mismo. No. Mucho peor que simplemente mal. Era un reproche a su moral, a la educación que había recibido; las sabías palabras de su madre volvían una y otra vez atravesando su alma, mientras la culpa, cual pecado, caía al corazón sin piedad alguna. ¿Cuántas veces tendría que repetir aquella experiencia tan absurda, ególatra y falsa sobre sí mismo? ¿Cuántas veces una máscara de falsedad se impondría? Todo se profundizaba al reconocerse como un embustero nato. Como si hubiera nacido con aquella horrible facultad de engañar. Sonó el celular. Se sintió sucio ate el mensaje de bienvenida. Había obtenido el trabajo.

domingo, 22 de mayo de 2022

Una vez al año no hace daño

Después del evento se cuantificaron los resultados. Comerciantes con pérdidas por cerca de trescientos millones de pesos; vidrios de ventanas, puertas y vitrales de una iglesia que asciende a cuatrocientos millones; entre motos y un camión de la policía, suman otros doscientos millones; sin contar todo el arsenal utilizado durante las ocho horas de disturbios, que se usó para dispersar y calmar los ánimos. Por último, per no menos importantes, se contaron con más de setecientos heridos (de ambos bandos), y un total de treinta muertos, cuyos cuerpos se hallaron principalmente desde la ruta de la protesta, Parque Nacional Enrique Olaya Herrera (Carrera 7 con calle 35) y Plaza de Bolívar (Carrera 7 #11 – 10). A pesar de los disturbios, las pérdidas y los enfrentamientos, se celebra la moderación de la manifestación este año, pues cabe recordar que, en ocasiones anteriores, la llamada Gran Marcha por la Paz superó con creces en número de pérdidas materiales y humanas. ¡Una gran felicitación a Bogotanos y colombianos en general!

sábado, 21 de mayo de 2022

Irremplazable

Era el guardián en la noche. El protector de los que duermen. Quien merodea y protege en las horas que más peligrosas de la oscuridad. Era mamá.

viernes, 20 de mayo de 2022

Desbloqueado

Se sintió satisfecho cuando terminó de ver todas las fotos de su hija. Ahora sabía que estaba tan bien de salud como económicamente, pero el tiempo pasaba rápido y pronto tendría que volver a pagar la membresía de OnlyFans.

jueves, 19 de mayo de 2022

De un solo tajo

Cuando descubrió la magia, decidió escribirlo todo lo más rápida y dedicadamente posible. No escatimó en tiempo y recursos, pues tal hecho no tenía precedente alguno en su vida. Sin embargo, todo acabó tan rápido como inició, pues al llevar el largo, complejo y bellísimo escrito a la persona que inspiró la revelación, ella solo lo miró de reojo y se lo devolvió colmado de realidad.

miércoles, 18 de mayo de 2022

La vida en fragmentos

Se acostó en la cama con la mayor delicadeza posible, al tiempo que se acobijaba y se aseguraba de que él no solo no se despertara, sino que el frío no se colara por algún lado. No podía hacer más que cuidar del sueño del hombre que amaba profundamente y con el que pasó, pasaba, y pasaría el resto de la vida. Sin embargo, ignoraba que, desde la puerta, su hija mayor la miraba con ternura y tristeza, pues un choque de emociones me mezclaba en su interior, al ver como el mismo alzheimer que la hacía olvidar hasta su propio nombre, también revivía con total nitidez, aquellos momentos de amor y devoción que demostró a su padre en vida.

martes, 17 de mayo de 2022

Vida práctica

- … Estaba dispuesto a todo. Era solo cosa de unos cuantos pasos con la fuerza suficiente para saltar y acabar con todo. Así, fácil. Pero de un momento a otro escuché una voz. Sé que sonará extraño, excéntrico y hasta ilógico lo que diré, pero era una voz sin sonido. Sí, lo sé. Pero esa voz, su presencia en sí misma, me hablaba directo acá, a mi mente. Y aquí, a mi corazón. Me decía que así me sintiera solo, la salida no era esa. ¿Acaso había vivió hasta ese momento solo para acabar con todo de un salto al vacío? No. Y de allí, con la fuerza que esa presencia me infundía, me fui a buscar ayuda para mi problema, pero siempre recordando, amigos, que no tal vez, sino seguramente, fue Dios quien me extendió la mano para continuar con su regalo: la vida. Muchas gracias por escuchar.

- ¡Gracias a todos nuevamente por escuchar con tanta atención la conmovedora historia de David! Y mientras él se retira a descansar, nosotros continuaremos ofreciendo nuestro corazón al señor.




- ¡Te fue genial “David”!

- Sí, sí… como digas. Pero no me llames así, ¿ok?

- Pero “David”, ¿viste la reacción de todos allá a fuera? Creo que más de uno quería llorar. Eres un ducho cuando de hablar se trata.

- De algo tenían que servir las clases de actuación. Ahora deja la palabrería y págame, que es viernes y el cuerpo lo sabe.

lunes, 16 de mayo de 2022

Dulce vocación

“¿Cocinar? Esa mierda es pa’ las mujeres. Usted tiene es que trabajar como lo hacía su papá”, “¡Ay, no! Ahora quiere hacer postrecitos. Ni con toda el azúcar del mundo usted levanta dinero con esas maricaditas. ¡Busque un trabajo de verdad!”, “¿Y ahora qué? ¡Cinco años Gabriel! Escúcheme, ¡cinco años jodiendo y jodiendo para un papel! Dígame ahora, ¿dónde está la plata para mantener la casa? ¿A ver?”.

Todas estas, y muchas otras hirientes frases, recorrían la cabeza de Gabriel una y otra vez, entre un sentimiento de pasadas condenas y satisfacciones personales. Porque su mayor orgullo no era su título de chef, o su especialización es repostería (su área favorita), tampoco el alcanzar recientemente un trabajo en un reconocido restaurante de la zona T de Bogotá. No. Su mayor logró, así lo sentía, era que, a pesar de tanta amargura que su madre expelió a lo largo de su vida, él, con su talento, logró transformarla en esa masa blanda, uniforme, agridulce y estéticamente perfecta que ahora deleitaba su paladar.


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Tema sugerido por @Luxia-carax en Instagram



domingo, 15 de mayo de 2022

Razón posmoderna

- No se opina sobre los cuerpos de los demás – dijo categóricamente -, y yo no pedí tu opinión papá; tampoco la tuya mamá – agregó.

Los padres sintiéndose avergonzados ante tal respuesta, callaron como siempre lo habían hecho, pues era su hija, su única hija, a la que deseaban ver feliz por sobre todas las cosas.

Lo que no sabían era que esas palabras altisonantes serían las últimas que oirían, pues nunca saldría viva de ser ingresada a urgencias por su nueva crisis de anorexia nerviosa.

sábado, 14 de mayo de 2022

Una voz de aliento

Era la primera vez que la pequeña iba a un museo, pero la inseguridad se hacía presente a pesar de que era un plan familiar. Después de ser aceptada la reservación y pasar por el vestíbulo, comenzaron el recorrido de las diferentes secciones, ordenadas, desde el inicio de los tiempos del universo mismo hasta su actualidad. A pesar de su estado, la exhibición de imágenes, proyecciones, hologramas, música, etc. La sedujeron y la involucró de tal manera que, si bien a su corta edad no entendía gran cosa de lo expuesto, se dejó llevar por el espectáculo.

Todo se tornó perfecto. La gran explosión, las estrellas y planetas, las primeras eras del universo, la formación de los planetas, las primeras formas de vida, etc. Sin embargo, el hechizo iba desvaneciéndose conforme avanzaban, pues la realidad no podía ser cubierta. Simplemente iba ganando terrero sobre cualquier intento de embellecer los hechos.

Cuando el miedo acompañado de tímidas lágrimas se transformó en un inevitable llanto, que hizo que se escondiera el rostro tras su padre, este la levantó y la cubrió junto a su esposa, guardando su cabeza para limitar la visibilidad del lugar, a la vez que le susurraban al oído:

- Ya mi amor, no te preocupes. Los terribles humanos dejaron de existir hace mucho.

- Esos terribles monstruos no volverán a tratar de destruir otros mundos.

viernes, 13 de mayo de 2022

Lo esencial

El misterio provenía de sus ojos, de sus cejas, de sus labios y su sonrisa, de su voz y de sus gestos; de su piel y la forma de su rostro; de sus manos y su vitalidad, de sus palabras que mecían mi corazón, y sus caricias que aliviaban mi espíritu. Provino también la revelación, cuando me dijo que de origen Sara antes era Andrés. Cosa que a la larga no me importó, porque mis sentimientos iban más allá de su cuerpo; yo ahora amaba su alma.

jueves, 12 de mayo de 2022

A veces las cosas no cambian

Hace ya tiempo se le llamaba montársela, y cuando era muy pesado, montar la asquerosa. Tiempo después, y ya con las consideraciones del momento se llamó matoneo, y por la introducción de los americanismos, el muy nombrado bullying. Pero estos dos último iban acompañados de un discurso particular. ¿Cuál? Sencillo: el diálogo. ¡Por supuesto! Esto ya existía hace mucho, pero no con el énfasis que tiene ahora.

Este diálogo tiene como fundamento que nosotros, al ser seres humanos razonables, somos totalmente capaces de entender qué cosas están bien y cuales mal. A partir de tales distinciones, establecer acuerdos que favorezcan a ambas partes en conflicto, que permita una sana convivencia. Por su puesto, yo soy de otro tiempo, y la primera vez que tuve un choque real con esta perspectiva fue cuando Camilo, mi pequeño, entró en el jardín.

¿La verdad? Yo sufrí mucho en el colegio, y a pesar de que lo profesores siempre le apostaban a lo razonable, pues su trabajo a nivel de convivencia era de mediadores, tuve que enfrentarme más de una vez a traques… Perdón; a golpes con mis acosadores (por cierto, ese es otro término: Acoso. Que sería la traducción directa de bullying). Tal fue la adultez, tal vez el hecho de ser padre; incluso que Cami apenas entrara al jardín y que los conflictos fueran manejables, o incluso que yo, al igual que cualquier otro padre, no deseaba que mi hijo en algún punto tuviera que recurrir a la violencia. Sea lo que sea, al final de cuentas aposté el todo por el todo, desde su tierna edad hasta sus apenas doce años, a lo mismo: al diálogo. Terrible error por mi parte.

Cuando descubrimos con Marcela, ya saben, mi esposa, que Camilo se cortaba los brazos (el famoso cuting), en primer lugar, pensamos que el problema éramos nosotros. Esos brazos lacerados llenos de cicatrices blancas y rosáceas, y otras cuantas de costras café y rojas de sangre, eran una cacheta a nuestros sueños de ser padres. Por su puesto, no respondimos de manera punitiva. En absoluto. De hecho, nos acercamos a charlar con él, el por qué se lo hacía (creo que dentro de mi núcleo familiar si funcionaba eso de hablar). Ahí nos enteramos del bullying que sufría.

No quería ir al colegio porque lo consideraban un rarito. De esos raritos que tienen padres como nosotros, de bajos recursos sí, pero que pasamos tardes en una biblioteca, un museo, con música que no pasan en muchas emisoras y compartiendo películas viejas. El había adoptado estos gustos, así que lo aislaron, juzgaron, incluso golpearon. Nos contó todo.

El colegio intervino con las famosas charlas con padres de familia, profesores, psicología y rector. ¡Todo escaló tan rápido! Y no funcionó prácticamente para nada. Todo se detenía un par de días, máximo una semana, y regresaban con más energía, al igual que mi pequeño y su cuerpo sangrante. Claro, esto no está para que todo el mundo lo sepa, pero Marcela decidió dejar el trabajo, pues yo era capaz de solventar los gastos de casa, y ella se dedicaría completamente a Cami… Pensamos que era lo mejor, y creo que no logramos más por más que intentáramos, porque el origen de todo estaba fuera de nuestras manos. Sí. Porque la culpa era de los padres. ¡Oh! Padres que consideran que sus hijos, ya saben, “no rompen un plato”.

Cuando Cami terminó todo con el corte en su cuellito… y Marcela se fue con el poco después… Créanme, créanme que el dolor que me atravesó era casi insoportable. Noches y días en un trabajo donde las consideraciones, los pésame y las atenciones eran un paño de agua tibia a todo el veneno que me carcomía. Quería morir, pero supongo que soy muy cobarde incluso para el suicidio. La culpa, si saben lo que es la verdadera culpa, me rompía las venas día a día al apuntarme directamente. “Si le hubiera enseñado a defenderse”, “Si lo hubiera retirado a tiempo del colegio”, “si hubiera hecho algo más”. Pero ya saben, lamentarse sobre la leche derramada no sirve… A menos que se haga algo para limpiar la mancha de esa leche.

¿Es curioso, saben? Hay dos cosas que se me vinieron a la mente hace poco. Primero, las sesiones con psicología y psiquiatría no decían nada acerca de contar los cortes de Cami, pero aún así yo lo hacía y con bastante precisión. ¿Por qué? Sencillo. Para saber si estaba mejorando o empeorando; contaba tanto las cortadas antiguas como las nuevas. Cincuenta y ocho en sus pequeños antebrazos, cuarenta y tres en sus piernitas, y cinco más, desesperadas, profundas, en su cuello… Perdón si me afecta esto, pero ya saben, era mi hijo. Continúo. Segundo, un capítulo de mi vida como acosado. Fue un abril, lo recuerdo muy bien, porque era semana santa. Mis padres eran creyentes, yo no, pero igual los acompañé a la iglesia. Ese día salí antes del lugar, porque me aburría. Los acosadores, desafortunadamente, estaban cerca a un parque de mi casa. Ellos, por su puesto, al verme, me tiraron contra un árbol, desocuparon mis bolsillos y me llevé un par de golpes en el estómago cuando les mentí acerca de que no llevaba nada de valor. Los muy descarados, llenos de ego, se quedaron en el lugar como si nada. Yo llegué a mi casa cojeando. Tomé una hoja de segueta que estaba cortada en punta (mi padre trabajaba en electricidad y fontanería, y a menudo improvisaba herramientas), y con el odio en la cabeza fui hasta el parque a enfrentarlos. ¿Qué pasó?

Llegué por la espada de dos de ellos (por cierto, eran tres los desgraciados), tomé al que era más grande que yo desde atrás y le coloqué la punta de la hoja de segueta en el cuello, para que sintiera que hablaba enserio. Los otros dos quedaron aterrados. ¡No se imaginan el placer que me llenó al contemplar sus rostros llenos de pánico, pues sentían que el peligro era real! Terminé por hacer que los dos que me observaban se fueran corriendo lo más lejos posible, mientras al tercero lo tiré al piso boca arriba y le asesté, donde cayeran, el doble de patadas a los golpes que me había pegado. ¿Saben? Esa emoción última por hacer aquello que sentía que era justo, borró de inmediato el miedo y el dolor que sentía. ¿Por qué no hacer lo mismo ahora? ¿Qué tenía que perder? ¡Si ya no tenía absolutamente nada que perder!... Discúlpenme de nuevo, es solo que pierdo el control en ocasiones, pero prometo no volver a hacerlo. Créanme que me mantendré cuidadosa y continuamente en mis cabales.

Y pues entenderán, toda esta historia es la que nos reúne aquí: señor y señora Ruíz, señor Cavíedes y señora Marroquín, e hijos. Primero irán los pequeños, luego ustedes. Pero ustedes como padres irresponsables, no solo los verán, también lo sufrirán. Después de todo, si bien Marcela murió por una sobredosis con los calmantes de Cami, ustedes no merecen una muerte tan tranquila. ¡Para nada! Eso sí, ya deben saber cómo es esto: el doble de lo que sufrió mi hijo.

miércoles, 11 de mayo de 2022

Las propiedades del amor

Solo hasta que vio que la primera gota le corría entre la mano, para finalmente estrellarse abruptamente contra el suelo, el chico entendió que, por más que apretase, el amor no era algo sólido; era acuoso, maleable, mutable. Pero era demasiado tarde. Ejerció tanta presión que, aquel tesoro, terminó por esfumársele entre los dedos.

martes, 10 de mayo de 2022

Consecuencias

La cara del hombre era una canción. Una que escuchaba a menudo, después de que, satisfecha, se vestía, tomaba sus cosas y se iba.

- ¿Por qué no te quedas a un arrunchis?

Su mirada lo fulminó. No había necesidad de gesticular respuesta.

Mientras bajaba en el ascensor, cortó de lleno las lágrimas que luchaban por salir. Se concentraba en ese sexo duro, cochino pero delicioso que podía disfrutar y al que comenzaba a acostumbrarse. Después de todo, ya había perdido la cuenta de las veces que gestos similares al bobo que dejaba allá arriba, eran acompañados de promesas falsas y faltas reales.

- Ya no me queda amor del lindo – susurró para sí misma.

lunes, 9 de mayo de 2022

Sueño frustrado

En esta época sus gustos simplemente eran equivocados. Había sido influido por los elfos de Tolkien, de Hennen, De Mari, incluso por el doméstico de Rowling. Pero, al final, renunció del todo a terminar su más amada y mayor obra de literatura fantástica. ¿Por qué? Bueno, ante la duda del rechazo continuo de su borrador, no solo por parte de las grandes casas editoriales, sino también las más pequeñas e independientes, decidió compartir el primer capítulo en sus redes. ¡Crasso error!

En un primer momento lo acusaron de tomar como modelo al hombre blanco y colonizador; incluso insinuaron que rayaba en el ideal de los nazis. Tales críticas le hicieron modificar el tono de piel de algunos personajes. Poco después, resaltaron el contenido machista, tanto por la cantidad de hombres, como por el hecho de que el gran villano era una mujer. A esto se anexaba el señalamiento de que las intervenciones femeninas eran mucho menos. Esto le tomó un poco más de tiempo de rehacer, pero lo logró de manera satisfactoria.

Después vino un odio encarnizado, por no ser suficiente inclusivo. Según los comentarios, prácticamente todos los personajes tenían bellos cuerpos, lo cual no retrataba la realidad tal cual era, al igual que toda relación amorosa era meramente heterosexual. Si bien al principio se cuestionó el cómo ellos podían saber qué un elfo, y otras criaturas fantásticas, salidas de la imaginación, debía tener x o y cuerpo, como x o y orientación sexual, terminó por acceder, no sin días y días de trabajo, en una lucha para no perder la lógica de fondo.

El golpe de gracia vino cuando, en una nueva arremetida, le criticaban que todo se llevar a cabo en medio de una guerra. Porque eso no era únicamente un retrato del odio. No. Debido a su figura de escritor, tenía una responsabilidad social, y centrar el argumento de su obra ello era igual al promoverlo. Esto continuó con las escenas eróticas, por su tono sexual; los diálogos, por utilizar palabras que sonaban ofensivas; con las referencias a lugares y ropa, por apropiación cultural; Incluso existió muchos ataques a ciertos animales de carga o mascotas, porque fomentaba el maltrato animal.

Si bien sabía en su fuero interno que dar gusto a todos por todo, acerca del contenido de su obra, era el primer y único real error que no debía cometer, también era cierto que el nunca recibir un por qué al rechazo continuo de su obra por parte de las ya nombradas editoriales, lo llevaba a un desvelo mayor que aquellas continuas modificaciones a las cuales sometía su libro. Sin embargo, lo que terminó por hacerlo renunciar del todo, fue cuando una ola de detractores lo atacaron porque, de tanto modificar lo que había escrito, lo consideraban poco o nada original, y los pocos aciertos que había tenido con anterioridad (no estaba seguro de cuales), habían sido erradicados solo para agradar a los estereotipos que venden y “hacen ruido”.

Ya derrotado, y sin esperanza alguna de sentirse bien con esa quimera que solo le traía notificaciones negativas, ni siquiera le subió, un ápice el ánimo, cuando Disney lo contactó por los derechos de su obra (querían verla completa, pues apenas lo escrito les gustaba), ya que respondía “a las necesidades sociales del momento”.

domingo, 8 de mayo de 2022

Síntoma no esperado

- Buenas tardes señora Ana. ¿Qué me la trae el día de hoy?

- Bueno doctor, lo que pasa es que mi hija ha estado enfermita. Lleva con diarrea como tres días y le duele mucho la barriguita. Se la anda sobe y sobe.

- ¡Hola pequeña! Bueno, dígame el nombre de la niña.

- María Salome Rodríguez Rodríguez.

- Perfecto.

- ¿Ella es su primer hijo?

- Sí señor

- ¿Edad?

- Tres añitos.

- ¿Aun usa pañal?

- No señor. Ella ya avisa.

- ¿Cómo estamos de vacunas?

- Al día doctor. Mire, acá está el cané de vacunación.

- Perfecto, mamá. Es usted muy juiciosa.

- Bueno, Primero vamos a pesarla y medirla. Siga por acá a la camilla. Tiene buena altura, pero sí está un poquito pasada de peso. Pulmones y reflejos están bien. No tiene supuraciones en la piel. Y de articulaciones parece que no hay problema tampoco. Respiración normal. Sí pequeña, eres muy saludable excepto por tu barriguita. ¿Te duele ahí? ¿Mucho? ¿Y acá? ¡pero que fuerte eres! Te duele, pero no lloras.

- ¿Cómo la ve doctor?

- Mamita, volvamos a sentarnos. Pregunta. ¿La niña come muchos dulces?

- Pues lo normal. Yo le compro cositas y le voy dando.

- ¿Líquidos?

- ¿Ah?

- Sí. Si toma suficiente líquido. Agua y jugos naturales.

- También lo normal. Yo le doy Hit y juguito Del valle. También le doy gaseosita cuando tiene sed. Ya sabe, por la calor.

- Entiendo.

- ¿Frutas y verduras?

- Pocón pocón. No le gustan, y yo no la voy a dejar que se muera de hambre. Le doy un paquetico o un juguito.

- Vale… Mamita, son las… tres de la tarde, ¿qué ha comido la niña el día de hoy?

- Bueno, en la mañana tetero. O sea, aguapanelita con leche. También un huevo tibio, así agüadito. Al rato le di un juguito Hit de mora con roscón. De almuerzo no quería comer. Así que solo le di un tris de Coca cola porque le gusta re harto, pero nada más. No me recibió ni arrocito ni papita.

- Bueno. Deme un momento mientras genero el historial y las recomendaciones.

- ¿Pero no es una urgencia? Porque por eso entre por urgencias, para que me le den algo que le pare la diarrea. Porque si no la niña se me va a desaparecer.

- No se preocupe mamá. Si bien tenemos que descartar, en caso de que esto siga, una infección o un virus, por ahora no es una urgencia. Lo mejor es que le retire todos los dulces, paquetes y gaseosas. Necesita tener buen reposo e hidratarla con suero. En la receta que le entregaran afuera, está la cantidad y cada cuanto debes suministrarlo. Eso es todo. En pocos días estará bien.

- Doctor, ¿usted me está tomando del pelo verdad?

- No mi señora. Créame que ella estará bien. No se agite y siga las indicaciones. Seguro la niña se pondrá mejor.

- Mire Doctor. La niña lleva así tres días. ¡Tres días! En ninguna droguería me dieron solución, y en la casa mi mamá me decía que estaba descuajada. Yo no le creí, y me la traje pa’ ca, porque se supone que los médicos si saben de estas cosas. Pero no. Me tengo que llevar mi china pa’ la casa sin que le hagan nada. A que se me muera, seguro.

- Mamita, no se estrese que me le hace daño. También puede asustar a la niña. Mire, eso de descuajarse no puede ocurrir, porque los humanos no tenemos cuajar. Esa parte es única y exclusiva de bovinos. Ya sabe, las vacas. Y como no tenemos cuajar, o cuajo como se conoce popularmente, pues por más que queramos, no podemos descuajarnos. Así que créame. La niña necesita reposo y tomar líquidos hidratantes como suero, mientras el estómago y los intestinos se fortalecen. No está bajita de peso, así que no parece algo grave.

- Doctor, con la misma calma que usted me acaba de hablar, le respondo. Usted es un hijueputa al igual que todos los médicos y este malparido hospital. ¿Qué cree que me toca hacer ahora? Salir como una pendeja a pagar lo de la cita, para saber que no me solucionaron una mierda. ¿Sabe qué doctor? Voy a llevar a mi bebé a un sobandero como dijo mi mamá, y seguro que Salomé se pone bien en menos de nada. ¡Adiós!

- Espere señora, solo un momento. Déjeme ver la niña un poco de cerca. ¿Qué es ese sonido?

- ¿Cuál sonido?

- Ese. Ponga atención. Acérquele más el oído a la boca.

- ¿Pues qué va a ser doctor? Está llorando.

- ¿Así llora su hija?

- Todos los niños lloran, ¿no? Pues la mía llora así.

- Pero…

- ¡¿A usted qué le importa la forma en que llora mi hija?! Quítese de ahí. Yo no tengo tiempo que perder ¡Adiós!

- ¡Espere señora Yursley! No me deje hablando solo. Juraría que su niña llora como si… mugiera o remudiara…

sábado, 7 de mayo de 2022

Algún día

Esperé cuanto me dijeron mamá y papá. Esperé cuanto me dijeron los profesores. Esperé cuanto me dijeron mis compañeritos de colegio. Esperé cuanto me dijeron mis compañeros de universidad. Esperé cuanto me dijo mi esposa. Esperé cuánto me dijeron mis hijos. Esperé cuanto me dijeron mis nietos. Ahora espero cuanto me dicen los médicos. Seguiré esperando, cuanto sea necesario, para que llegue la felicidad.

viernes, 6 de mayo de 2022

Más allá de la pasión

Cuando llegó a casa volvió en sí, como si de una especie de trance se tratara. Sabía lo que había hecho, a tal punto que se quitó de inmediato la ropa manchada de sangre, la metió en una bolsa y la escondió bajo la cama. Se puso el pijama, no sin antes lavarse las manos en el baño lo más frenética y profundamente posible; aun el calor del encuentro no lo abandonaba.

Se acostó, no sin decir antes un leve pero claro “buenas noches”, pues su madre, si bien estaba acostumbrada a sus llegadas nocturnas, no dejaba nunca de estar en un duermevela, donde al escucharlo que se despedía, caía profunda en su sueño. Pero esta vez, desde allí, desde esa seguridad infantil que nos ofrece estar bajo la cobija, el peso de sus acciones le cayeron tan fríamente; tan repulsivamente, que deseaba nunca haber tocado un balón de futbol, tampoco ver un solo partido, mucho menos, gastarse los ahorros en tantas cosas de su equipo favorito.

Descubrió su cabeza, tomó aire hondamente, y, a la tenue luz de la noche, vio los afiches de los once, con sus estrellas ganadas; un largo lienzo, el cual recitaba un juramente como hincha fiel; el escudo, plasmado en cientos y cientos de pequeñas y grandes representaciones; la camiseta oficial, que le costó un gran salto en la tribuna, cuando uno de los jugadores, ya retirándose, lanzó a la hinchada y él, para envidia de muchos, la había atrapado. Todos esos momentos, mezclados con el inconfundible azul y blanco que decoraba largamente la pequeña habitación, le causaban nauseas. Un sentimiento de repulsión y desconocimiento, pues nunca se creyó capaz de herir a alguien.

Pero ese último calificativo era el que centraba su dolorosa reflexión: desconocimiento. Pues en los momentos de mayor hervor, que no fueron precisamente pocos, cuando los dos bandos se mezclaban fuera de El Campín, de su cabeza se borró totalmente el deporte, la jugada o la pasión por el espectáculo. De hecho, aquellos dentro de los cuales reinaba el color “opuesto”, también sufrían una especie de borrado, de desvanecimiento. Pues los rostros congestionados, los gritos de furia, las intenciones agresivas, todo ello que también identificaba a su propio grupo, los convirtió en el enemigo.

Miró sus manos como si estuvieran impregnadas de sangre aún. ¿Cuál sería la reacción su querida mamá si, en el momento menos esperado, recibiera una llamada para informarle que él estaba, después del partido, apuñalado en un hospital? Peor aún, tal vez, tirado en la calle.

Los ojos desbordaron en lágrimas de miedo. Miedo hacia los problemas legales que atravesaría cuando dieran con él. Miedo, por la decepción que sería de ahora en adelante para su mamá. Miedo de verse a sí mismo, porque ahora era un monstruo (¿asesino?), que ignoró que esos “enemigos”, que ahora no tenían rostro, tampoco tenían pasado. Mucho menos alguien en casa que los esperaba. Miedo, porque esos adversarios se desfiguraron y, para él, no eran seres humanos. Pero si llegó a no considerarlos tal, mucho menos lo era él, pues, con horror, a sus cortos diecisiete años había echado su vida por la borda, no por apuñalar una persona, sino más estúpido aún, por apuñalar algo inmaterial: un color.

jueves, 5 de mayo de 2022

En busca de la redención

Bajó la cerveza por su garganta hasta acabarla de un solo halón. Esa última botella la que sentía necesaria para envalentonarse lo suficiente. Aceleró tratando de mantener la calma todo el camino. Tomó la 11 y luego la 13 en dirección sur, esperando que la noche fuera la leal compañera que lo protegiera de todo mal. ¿Pero cuál mal exactamente? Estaba claro. El de los impíos. El de los contranatura. El de aquellos que renegaban abiertamente en contra de la creación divina y de la correcta moral.

Fueron casi dos horas de viaje, amén por el lapso nocturno donde las calles y carreras bogotanas son tan limpias como los primeros días de cuarentena. En todo el camino nunca volteó para mirar atrás. Ni siquiera el retrovisor llegó a reflejar su mirada. Era la fuerza de la convicción de que Dios lo acompañaba. Que nunca lo abandonaría. Que pasara lo que pasara, él estaba del lado correcto; a la diestra, del grupo de los buenos. Porque todo el mal del mundo se materializaba de tantas formas, que solo quedaba la voluntad pura de un buen cristiano para mantener la compostura.

Pensamientos de este corte se mantuvieron en un mantra constante, ininterrumpido, a tal punto que, al llegar al gran pastizal, de manera mecánica, abrió la parte trasera del auto, arrastró el cuerpo y lo tiró con todas las fuerzas que le daba su creencia.

El hombre en cuestión estaba amordazado; cosa innecesaria por la inconsciencia. La dosis que le había dado era suficiente para dejarlo dormido por toda la noche, sin embargo, prefería asegurarse. A pesar de llevar cuatro víctimas, de las cuales ninguno llegó a despertarse, era mejor prevenir que lamentar.

Detrás de una urbanización, tal vez la más alejada de donde había secuestrado a su víctima, como de su propia casa, se encontraba un profundo hueco muy bien camuflado. Le había tomado meses de pequeñas paradas y cortos minutos. Un trabajo calculado y paciente, como todos los anteriores. Un trabajo necesario para expiar la corrupción del mundo que llegó a entrar en su cuerpo.

Le dolía no acabar con la vida de ese ser mientras lo miraba directamente a los ojos. Eso habría sido lo ideal, pues seguramente se arrepentiría de los pecados. Pero un sentimiento egoísta quería impedir precisamente eso, pues no lo merecía en absoluto, además de que le demandaría un peligro innecesario, pues seguramente presentaría resistencia.

- Padre nuestro que estas en el cielo, santificado sea tu nombre…

Murmuraba la oración mientras apretaba, primero levemente, luego con mayor fuerza, el cuello entre sus manos. Sentía la forma en que cada fibra de sus dedos aminoraba la respiración y la circulación. Como la vida se escapaba de ese cuerpo corrupto, al tiempo que lo vivificaba a él, pero también regresaban inmisericordes las memorias de su infancia, que atravesaban su oración como puñaladas.

- ¡No, no, no! – Apretó con más ímpetu, mientras retomaba – Dios te salve María, llena eres de gracia…

Cuando el cuerpo se sintió aun más pesado, entendió que todo había llegado a su fin.

La angustia por lo que había hecho, porque este acto no fuera suficiente, lo llevó a acelerar el paso. Echar el cuerpo al hueco, taparlo con tierra, y dejar todo lo más intacto posible a la luz de la luna.

Volvió a su carro, con la convicción de que, al llegar a casa, al lecho de su amada esposa, después de un día de mucho trabajo, sería medicina suficiente para su corazón acelerado. ¿Acaso no había sido exactamente igual que antes? Se castigaba a sí mismo por la incapacidad de no acostumbrarse al simple acto de matar un ser que, con cuerpo humano, era igual que un cerdo, o algo más bajo que un animal.

Pero a pesar de sus convicciones, los pensamientos intrusivos llegaron como siempre, acompañados de un sudor que lo colmaba de calor. Como siempre habían hecho desde su tierna infancia. Como siempre, a lo largo de su adolescencia. Como siempre, durante el sexo desganado con cualquier mujer; incluso con su esposa. Y en esta ocasión, la vívida imagen era aquel hombre que acababa de matar. Era su rostro perfectamente afeitado, que con gesto de bienvenida le dejó sentarse a su lado en el bar. Eran sus ojos, que desconfiados, poco a poco ganó con una profunda conversación. Eran sus labios, que más allá de palabras, desplegaban el deseo de ser besados por él, incluso cuando sus manos le arrebataban poco a poco la vida.

Dos horas de viaje. Dos horas de sufrimiento y lágrimas por esa naturaleza que le desbordaba la vida. Dos horas a las que se sumarían varios minutos, pues, al llegar frente a su casa y guardar el taxi en el garaje, aun con el calor de los pensamientos lascivos que se apilaban con una y otra muerte, fusionándose todos esos bellos hombres en una sola imagen perfecta, se sentaría una vez más en el puesto de conductor para acabar, momentáneamente, con todo el sufrimiento, dejándose llevar por su erección.

miércoles, 4 de mayo de 2022

Árbol que nace torcido...

Él era un “chico malo”. De esos que caen ampliamente en tal calificativo, y que se encuentran en cualquier estadio económico; de los que gustan del alcohol y la droga. De hecho, las combinaba de forma precisa, en especial cada fin de semana o cuando llegaba el momento que consideraba lícito para gastar a bolsillo abierto. El modo de operación era comenzar con unos plones de hierba para relajar el cuerpo, luego unas cuantas cervezas, y cuando estas tomaban vuelo, se metía un poco de perico para pasmarse y volver al primer paso del ciclo.

Coqueteaba con lo ilegal, y no solo por aquello que nombré anteriormente. Llegaba a robar de vez en cuando en Cedritos, Mazuren, o incluso El Chicó y sus alrededores; a veces sin necesidad de hacerlo. Ya saben, solo para sentir algo de adrenalina. También lo hacia en escasas ocasiones, porque repetirlo muy seguido llevaría, con seguridad, a ser identificado en cualquier momento (si es que ya lo habían hecho ya).

Su agresividad sumada a su sentido de posesión eran una mezcla explosiva. Quienes lo seguían, solo por ganar algo de dinero sin demasiado esfuerzo, cumplían sus reglas y deseos al pie de la letra. Si eras nuevo, te recordaban, por un sentido de solidaridad y honestidad, una y otra vez, la ocasión en que, por una palabra altisonante contra él por parte de su propio hermano, una noche de copas, de un golpe lo mandó al piso, y acto seguido le cortó un dedo, sin duda o asco, de la mano izquierda. Eso sin nombrar las riñas cuando sentía que alguien lo miraba de forma rencorosa o fija demasiado tiempo. Después de todo, dominar por el miedo traía enemigos en cualquier esquina.

Buscaba chicas de bajo perfil para engatusar. Eran fáciles y se dejaban domesticar, como el decía. Al final de cuentas terminaba por botarlas rápidamente, pues lo aburrían después de haberlas sometido, y de satisfacer con ellas hasta su más bajo deseo. Pero esta selección no era del todo injustificada pues, si bien no lo confesó nunca a nadie cercano, respondía, según se decía para sí mismo, al hecho de no gastar energías innecesariamente, y concentrarlas en sus juergas, asaltos y mujeres de tercera; de esas que no tenían la importancia de la oficial, pero que valía la pena probar.

Sus presas, pues también se sentía como un animal al asecho, tendían a mostrarse retraídas frente a los grupos grandes. A maquillarse poco y estar desaliñadas. En otras ocasiones, eran de aquellas que tenían amigos impopulares, o ellas mismas eran las impopulares. Aun más fácil era identificarlas por la ropa. Todo lo que llamara la atención; que se saliera de lo común, a una tierna edad, era pan comido. Por su puesto, el lugar también era importante. Primero, los colegios y sus alrededores; segundo, lo centros de videojuegos, que por su escasez concentraban bastante audiencia; tercero, las bibliotecas, que igual de escasas, eran punto interesante de los especímenes.

El día en que todo llegó más allá del límite (si dejamos de lado el dedo que cortó a su hermano y una que otra puñalada), ocurrió con otra pobre incauta (tristemente no la última) que se rebeló más allá de lo permitido. Él, divertido al principio, tomaba esas palabras soeces como los primeros ladridos de un perro que le mide el aceite a su dueño. Se limitaba a burlarse en la cara de la chica; a no tomarla en serio, al punto de siempre retirarse y dejándola peleando con el aire. Sin embargo, las cosas escalaron ante su desenfado y respuestas sarcásticas, en comparación a el trato violento que le daba a sus compañeros, e incluso a otras mujeres.

Ella sentía que era el camino correcto. Se acrecentaba contantemente su convicción de mujer necesaria. No solo no le había colocado ni un solo dedo encima; según las malas lenguas, hasta ese punto, era la que más había estado a su lado, sin, aparentemente, muestras claras de querer separarse.

Todo el falso telón caería estrepitosamente una noche de diversión, cuando, por su henchido ego, ante una nueva burla que sintió demasiado personal, le dijo con bastante énfasis: “usted no tiene las pelotas para tocarme un pelo”. Acto seguido, lo cacheteó. Pero en ese instante, ante la luz de la cabeza caliente y la mortecina iluminación de la casa del prestante para la rumba, él se limitó, en un primero momento, a tocarse la mejilla que le acababan de golpear, para luego ver, a mano abierta, que ese golpe vino con rasguños, suficientemente profundos para hacerlo sangrar.

Sus ojos se abrieron para devorarla, pues no quería ni una sola cicatriz más en su rostro curtido de calle. Sus ojos, que proyectaban una encolerización absoluta, acompañaron una cachetada casi instantánea. Antes de que ella pudiera reaccionar del todo, yaciendo en el suelo, fue agarrada por el cabello, arrastrada hasta un muro fuera de la casa, donde, con la ira que rompía por cada poro de su cuerpo, comenzó a patearla sin misericordia, hasta que la sangre de la pobre chica le manchaba las zapatillas al agresor, e incluso salpicaba el ancho pantalón.

Nadie lo detuvo, pues si demostraba esa ira con la mujer que más lo acompañó por tanto tiempo, no imaginaban lo que haría con ellos si intentaban entrometerse.

Lo más triste, lo más absurdamente lamentable de aquel episodio, fue lo que pensó la joven, a sus dieciséis años, en los últimos momentos de aliento que le alcanzaban para pensar. Y no. No era un “te amo”, o al menos en estricta forma. Era algo más doloroso, al menos para un corazón joven.

En su cabeza solo rondaba la triste contradicción y tardío descubrimiento, de la diferencia entre idea y realidad. Pues, simplemente, los libros e historias que devoraba a diario, junto a esas bellas novelas orientales que consumía de la misma forma, no retrataban la verdad de que un hombre, “el chico malo”, prácticamente nunca, cambiaría por una mujer que lo amara de verdad.

martes, 3 de mayo de 2022

La mano de la decencia

El chico quedó tendido en el pastizal. Las latas de pintura, la gorra, incluso las gafas quedaron tiradas a su alrededor, después de la paliza. El hombre, al terminar, se alejaba orgulloso por la justicia impartida, pero frustrado por el trabajo que tendría que hacer cuando llegara a casa. Le dirigió una última mirada, y su voz atravesó la inmisericorde y fría noche bogotana:

- Ahí tiene grafiterito de mierda. La próxima vez raye la casa de su madre y no la de una persona de bien.

lunes, 2 de mayo de 2022

Solo un juego

- Dame más. Sí, así. Más duro. No pares… ¿Así? ¿Te gusta así? Vamos. Lo quiero aquí, en mi boca. Sí, todo, en la boca. Soy tu pe…

- ¡Camila!

El grito de reprimenda, que revestía terror, era tanto para su hija como para ella misma, pues la tierna voz de su pequeña de apenas cuatro años, no solo repetían sus mismas palabras de manera juguetona, tierna y melódica. No. Repetían su irresponsabilidad de madre.

domingo, 1 de mayo de 2022

No escupas para arriba

Raúl llegó a su apartamento enojado. Actuó, sin embargo, de forma natural, dentro de lo posible, para no levantar sospechas de su esposa. Después de una hora de Netflix y preguntas estándar, decidió meterse un rato en el baño. Había dejado el celular en la mesita de noche, no sin antes eliminar toda la conversación con “Lauren”, y vaciado los archivos temporales. “Lauren”. Nombre inventado por esa estúpida de Carolina. “Lauren”, ¿Cuánto por tu contenido? Había preguntado. “Lauren”, ¿acaso no te conozco? Sí, “Lauren”, soy yo, Cristián, el pollo, del colegio. Qué me dices ¿Recordamos viejos tiempos? ¿Perdón? ¿Acaso no quieres algo más de dinero? “Lauren”, malparida, ¿se creció porque se pone correas como una perra y me dice que no cobra por el ratico? Sí. Esa era, en resumen, la conversación. Se dejó calentar la cabeza en el momento, y si no fuera porque era un perfil alterno donde no aparecía relación alguna con su esposa, las amenazas de mostrársela a “su pareja”, podrían haber tenido graves consecuencias. ¡Hija de puta! ¡Hija de las re mil putas! Al final, antes de bloquearlo, le dio donde más le podía doler; donde cualquier mínimo de sal le haría arder. Pues sabe qué, pequeño hijueputa. Mientras su mujer, si es que tiene una, seguramente lo está esperándolo en un cuchitril de mierda, “a mí, su morbosidad, me duelen tanto acá en mi penthouse, como sus groserías mientras manejo mi Lamborghini”. Acto seguido, le había enviado fotos para demostrárselo. Raúl, humillado por la fracasada y fea del colegio, a cientos de kilómetros de distancia y tantos años después, salió del baño y fue al lado de su esposa. Tratando de conciliar el sueño, su último pensamiento antes de caer en él fue que, realmente, vivía en un cuchitril.