- No se opina sobre los cuerpos de los demás – dijo categóricamente -, y yo no pedí tu opinión papá; tampoco la tuya mamá – agregó.
Los padres sintiéndose avergonzados ante tal respuesta, callaron como siempre lo habían hecho, pues era su hija, su única hija, a la que deseaban ver feliz por sobre todas las cosas.
Lo que no sabían era que esas palabras altisonantes serían las últimas que oirían, pues nunca saldría viva de ser ingresada a urgencias por su nueva crisis de anorexia nerviosa.
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