domingo, 29 de mayo de 2022

Preámbulo al desastre

- Señora. Su hijo se ha vuelto más retraído. Ensimismado. Los profesores están preocupados y han tratado de integrarlo con el grupo. Él se niega rotundamente a hacerlo.

- Profe, yo entiendo su preocupación, pero el pelao’ solo quiere llamar la atención. Ha sido así desde que me separé. Y aquí se lo digo frente a la psicóloga. Es solo que yo le diga que le compro alguna cosita y ahí está, sonriente como si nada.

- Entendemos que el comportamiento del pequeño cambia en cada espacio y con quien se relaciona. Pero mamita, el niño se niega a hablar y lo máximo que hemos logrado son estos dibujos, mire. Donde está él solo, siempre hace rayones circulares de color negro y, en estos otros, donde está acompañado y con una carita feliz, aparece lo que se puede reconocer como la figura paterna. Estamos encontrando un patrón y, mamita, es urgente trabajar juntos por el bien del niño.

- Mire profe… psicóloga. Como sea. Ya he pasado por varios procesos traumáticos con el papá del niño. Yo me asesoré y, por derecho, tengo la custodia porque soy la mamá. ¿Me entiende? Soy la mamá. Así que no me anden insinuando que es mi culpa. Yo me mato trabajando, partiéndome el lomo, para que él tenga un buen colegio como este, pero por lo visto es de lo peorcito, porque me atacan…

- Señora Cuviedes, bajemos un poco los ánimos. No la estamos atacando. Lo que quiere la psicóloga decir es que el niño no tiene un comportamiento adecuado en el aula, y no logra vincularse con sus compañeritos, ni tampoco trabajar en clases.

- Lo que me faltaba. Yo pago para que ustedes vean cómo aprende y lo corrijan, no para que me llamen a decirme los defectos que tienen; esos los conozco perfectamente.

- Señora, en lo que vamos de reunión su hijo no ha alzado la cabeza y pronunciado una sola palabra. ¿No cree que eso es poco común para un pequeño de su edad, cuando normalmente son muy activos?

- Es que él ya sabe que cuando los adultos hablan, no debe ni abrir un centímetro la boca.

- Pero señora…

- Señora nada, y se acabó esta discusión. A mi niño lo crío como yo quiero, y ustedes están en la obligación de educarlo, primero, porque yo no tengo tiempo para hacerlo porque trabajo; segundo, porque estoy pagando la pensión; tercero, porque si me lo sacan esto se les va hondo. Soy madre cabeza de hogar y vivo en una zona de riesgo social. Así que, si ustedes le vulneran el derecho a la educación al niño, nos vamos a lo legal. ¿Entienden?

- Señora, espere. Entendemos su posición, pero al menos llévese los dibujos de su hijo…

- ¿Yo para qué quiero eso? Ya tengo suficientes en la casa.

- Al menos llévese este. Es el único que no le hemos mostrado.

- A ver… ¿Qué quiere que le diga? Felicitaciones por mi bebé que es muy bueno dibujando, Ppro es basura. Dibujar no sirve para ganar plata. Solo vótelo o quémelo, o yo qué se.

- Pero señora, el dibujo es de un niño y tiene un cuchillo con, al parecer, sangre por todo lado.

- ¿Y?

- Pues señora…

- Mire, me voy y agradezca que no le siento la mano en la cara. Ya tengo muchos de esos horribles dibujos en la casa llenando la basura. Y un niño pequeño no tiene la inteligencia suficiente para hacerse daño. Buen día. Vámonos Gabo.

- Espere señora Cavi… Como grosera la mujer, ¿no?

- Más de lo que me gustaría. Pero lo que realmente me preocupa es Gabriel.

- Lo sé. No alcanzamos a tocar el tema del bisturí que robó a Monsalve, el cuchillo de la cafetería, o lo que hizo con ellos al maniquí de biología luego de escribirle su nombre en la frente.



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¿Contexto? Ve al cuento de este blog que se llama Lo que no quiso ver. Puedes hallarlo en el buscador o ir directamente al mes de marzo de este año.

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