miércoles, 29 de junio de 2022

El sacrificio

La vieja banda que había sido azotada tanto por la policía como por las nuevas que se querían instalar en El Codito, necesitaba urgente nuevos miembros. Se rumoreaba que no solo eran pocos, sino que sus métodos se habían vuelto débiles. Por eso, la muerte de Maicol, si bien sorprendió a muchos, más de uno ya se la olía. El llegaba en la noche, solo, desde el colegio; era un blanco fácil. Su madre, pero más importante aún, su hermano y primos, solo buscaban la manera más rápida de conservar la casa y de tener algo de seguridad en el barrio.

lunes, 13 de junio de 2022

La casa en la ribera

La culpa la invadía. Así de simple. Y las voces que aseguraban que todo había sido un accidente por descuido, o incluso la consecuencia de una ilusión maligna, no hacían más que profundizar tal sentimiento. Ninguna de las palabras tenía el poder suficiente para enmascarar las acusaciones y, por su puesto, esfumar cualquier cargo de conciencia.

Pensó más de una vez en quitarse la vida, simulando en algo la forma en que había muerto él. Por ello, al salir del colegio, iba directamente al puente que pasaba por encima del río a contemplar su fluir. Observaba la falsa calma que escondía ese corazón traicionero que podía saltar al menor descuido. En otras ocasiones, en medio de la fuerte lluvia, como la invocada aquel horrible día, la poseía un trance al estar frente a su verdadero temperamento. Era ese poder que arrastraba y devoraba animales, tierra o cualquier resto material que tuviera cerca. Desprevenido. Y eso terminó siendo su hermano, solo algo más arrastrado por la corriente.

Todo había ocurrido muy rápido. Tanto, que a veces seguía pareciendo una horrible pesadilla. Algo ilusorio. Pero la realidad se desnudaba ante ella al tomar conciencia de que podía recapitular paso a paso todo lo ocurrido.

Estaba con él y su mejor amiga. Las dos caminaban atraídas por la curiosidad morbosa hacía un punto específico del San Antonio. Él motivado tanto por el amor creciente hacia su amiga y la excusa de no abandonar a su pequeña hermana. A ninguno le importaba las nubes premonitorias de una tormenta aun más fuerte que la lluvia que ya soportaban. Por ello caminaron sin mirar atrás hacia el nuevo puente que llevaba directo al hospital. Querían saber si la crecida que arrastraba y se tragaba todo a su paso, también lo haría con la vieja casa de la bruja.

Una estructura decrépita, de maderos podridos y latas oxidadas, que apenas si habría dado hogar a una persona debido a su precariedad arquitectónica. Lo particular era que esta vieja estructura encontraba su lugar en la ribera. Posición peligrosa sin duda, pero que al lado de bastos árboles, que vencían en altura al puente, y elevada y rica vegetación rodeándola, había sobrevivido a los embates y la ira de las aguas durante años y años.

La mitología local aseguraba que, al ser el antiguo hogar de la bruja, como todo a su alrededor, una fuerza sobrenatural la hacía invulnerable. Que ni la misma naturaleza en su despliegue más grande de vigor podría tumbarla. No. Pero esa era solo una de las versiones. Otros, más sobrios de materialidad, simplemente aseguraban que, si bien era una casa de alto riesgo, simplemente la había construido un viejo que vivió y murió en el anonimato. Lo máximo que se sabía del hombre era su absoluta tosquedad a cualquier tipo de contacto. Profundizando un poco más en el chismerío, se dice que perdió más de un tornillo por una mujer. Fuera lo que fuera, hombre, mujer, bruja o humano, la casucha estaba allí, deslumbrando en decadencia, entre un extraño mar de fertilidad vegetal.

Pero ante tal extraño suceso no eran los únicos que soportaban estoicamente el vendaval que les empapaba la ropa. Todo tipo de curioso local y foráneo, cuyo interés era más intenso que el buen resguardo, acompañaban a ver el espectáculo, a tal punto que más de uno apostaba por la caída de la casa de la bruja. Otros tantos, los viejos sobre todo, sin dinero qué jugar, pero convencidos de la existencia de las fuerzas sobrenaturales, colocaban su fe y experiencia a la firmeza del resguardo.

Fue solo un instante. Uno de aquellos momentos que harían parecer una eternidad un simple pestañeo. La vio. Vio perfectamente la figura de una mujer en la casucha. Aun hoy, después de varios años de lo sucedido, podía asegurar con precisión la imagen que llegó directo a su mirar. Porque fue ese cabello castaño, ondulado y fuertemente enmarañado que se escapaba bajo una tela negra que le cubría la cabeza, acompañado de una vestimenta igualmente oscura que le caía hasta los pies; esos ojos de mirada felina y de amarillo intenso, que parecía dirigirse profundamente hasta su alma, lo que la cegó y la llevó en un movimiento involuntario, a extender su mano y con ellos su cuerpo, por encima de la barra de seguridad del puente. ¿Por qué tal reacción?

Seguramente nunca lo sabría del todo, pues sus reflexiones iniciales apuntaban a un embrujo por parte de la mujer. Una magia tan poderosa que la distancia no representaba obstáculo. Donde ninguna voluntad podía revelarse por más de que se entrenase una eternidad. Más tarde, sin embargo, ante la atención obsesiva de los creyentes y la burla de los escépticos, como el consejo de prudencia de los más allegados, se forzaba a aceptar una desorientación confabulada por la lluvia que arreciaba, la visión general que comenzaba a opacarse y un accidental resbalón. Pero no. No, no y no. Ella sabía que lo que había en aquel lugar, y cómo su cuerpo se movió para alcanzarla.

Fuera como fuera, la mitad de su cuerpo aparecía ya rebasando los límites de seguridad, cuando su otro brazo fue halado violentamente hacia atrás, y en un movimiento de cambio de peso, el lugar que ella ocupaba para la mortal caída fue reemplazado por su hermano.

Los gritos de hombres y mujeres ante tal horripilante visión, se conjugaba con los últimos instantes de la sonrisa que se perdía en la mortífera caída.

- ¡Nooooooooooo!

Gritó desde el suelo y en búsqueda del mismo destino del recién caído. Si no fuera por una tacleada de su amiga, igual de rápida a su reacción, habría terminado en algún lugar en el fondo del embravecido río.

Ahora estaba allí. Viendo la muerte cara a cara. Tentándola. Atrayéndola. Pero era una muerte de ánimo débil. Era una muerte que venía de sí misma. Y si sabía algo, después de revivir infinitas veces la sonrisa y la mirada de su hermano en busca del final, salvándola a ella, es que ese día la bruja quería algo, y el instinto le indicaba que ese algo era a ella.

No fue capaz de mirar el cadáver. No solo por la monstruosidad de cuatro días río abajo o el cargo de conciencia que crecía con desproporción, sino porque algo a se había perdido con su partida, y temía que eso poco que aún quedaba dentro de ella se esfumara también.

Todo lo ocurrido no hizo sino alimentar el mito de la bruja, lo cual se contaría generación tras generación a los niños para respetar el río. Después de todo, el miedo parece un común denominador para educar. La pequeña casa no se la llevaron las aguas. Poco después fue derribada, y no por el accidente, sino por el peligro de volverse un lugar para expendio o consumo de drogas. Los restos inservibles se tiraron como basura y otros tanto tomados como chatarra.

Era el último año de colegio y pronto partiría a la universidad en la capital. Esperaba con ilusión que ese cambio significara un tipo de redención, o al menos de olvido. También que fuera el último en que sus lágrimas alimentaran al San Antonio.

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¿Contexto? En este cuento solo hay una referencia a un cuento titulado En un lugar sin dios. Puedes hallarlo en el buscador o ir directamente al mes de junio de este año, día o.

domingo, 12 de junio de 2022

Se esfumó

Los padres nunca hallaron a la pequeña después de aquella noche. Y después de años, nadie dio con su paradero. La única y desgarradora pista que encontraron en algún momento fue una pequeña nota en la que se leía en letra infantil: ustedes me mintieron. Sí había algo en el armario.

sábado, 11 de junio de 2022

El abuelo

Prometiendo un futuro para la juventud los políticos les fallaron a sus abuelos, a sus padres, luego a él y sus hijos. Ahora, que sus nietos se levantaban a exigir lo que nunca cumplieron, solo los veía como revoltosos, terroristas o vándalos que querían todo regalado.

viernes, 10 de junio de 2022

Dolor del alma

Lo difícil para Don Pedro no era recorrer en las mañanas mares de distancia bogotana con su carrito de helados, Bonice, o Vive 100. Años de vendedor ambulante le habían endurecido suficientemente los pies. Tampoco el inestable clima capitalino. Tanto tiempo trabajando en las calles consolidaron un instinto acerca del clima a enfrentar todos los días. Mucho menos volver a casa entre el incierto y nocturno peligro. Se conocía al dedillo los lugares, zonas y personas que le permitían el paso a su cuarto. No. Lo realmente difícil eran todas esas tardes a los pies de ese gran edificio de la 72 donde, entre el mar de trajes y corbatas, su hijo salía a almorzar con otros tantos emperifollados de finas telas y paso formal, y por más que sabía que lo miraba, pasaba por su lado con total indiferencia.

jueves, 9 de junio de 2022

Prueba de amor

El la amaba con locura, como solo un corazón inocente ama la primera vez.

Ella no creía en su amor.

El mostraría la fuerza de su sentimiento.

Ella le pidió una prueba.

El preguntó cuál era.

Ella quería que el matara a sus propios padres.

El dudó.

Ella acusó.

El terminó por aceptar, y cuchillo en mano se dirigió a cumplir su objetivo.

Ella se sintió feliz de eso.

El sabía como y cuan feliz sería ella.

Ella se calmaría con aquellas muertes.

El no sabía la verdad.

Ella no existía.

El era esquizofrénico.

miércoles, 8 de junio de 2022

En un lugar sin dios

Era noche cerrada y ninguno de los hombres con los que departía se iría del lugar. Al final de cuentas, ellos eran oriundos del pueblo y parecían conocer mejor que nadie cómo eran las cosas por ahí; él, que apenas sumaba dos meses viviendo en el lugar, era considerado un recién llegado que había aceptado unas polas. Dudó desde el principio sobre sus intenciones, y las terminó por confirmar en aquel punto.

- Solo son unas cervezas amor – le había dicho a su esposa –. Tenemos que conocer a la gente de la zona si queremos tener un buen ambiente.

Ella había aceptado de buena gana sus razones, no sin algo de preocupación, pues no solo era abstemio, sino que su estatus económico lo dejaba como un blanco fácil a robos o simplemente cogerlo de marrano para que gastara. Esto último, era la misma sospecha que él tenía, pero la fuerza de un deber invisible pudo más.

- Además, cumpliré. Me devuelvo apenas sea medianoche – había añadido con un ademán de la mano, algo gracioso, algo torpe, como de un soldado a su superior. Ahora deseaba tener ese mismo ímpetu mientras dejaba atrás la tienducha en medio de esa oscura noche que parecía devorarlo.

El miserable lugar se alejaba junto con la música y el olor a alcohol, alientos añejos y orina, para dar paso a la arena y la tierra nocturna, mezcladas con vegetación levemente sazonada con excremento animal, o con los desperdicios tibios de la putrefacción preambular del abono. El sonido del viento mecía momentáneamente los árboles, haciendo vibrar sus hojas y tallos de manera estruendosa. A la luz del día del radiante sol pachuno, aquellos paisajes inspiraban la calma y admiración plena del campo; en esa oscuridad, donde el cielo estaba levemente nublado en extraños tonos ocres, azules y púrpuras, y con tenues y lánguidas nubes que no ostentaban forma alguna, la luz de la luna y las lejanas estrellas no eran más que distantes compañeras, que no llegaban a iluminar de forma suficiente el paraje. ¿En verdad los indígenas podían haberse guiado con el firmamento en tales condiciones? Se preguntaba.

Se frotó los ojos esperando a que estos se acostumbraran rápidamente al moribundo espectáculo, pero no sirvió. Simplemente parecía que la naturaleza reclamaba ese carácter supranatural que la humanidad había negado, y donde lo humano no solo está dentro sus límites, sino que queda desnudo a su verdadera y absurda fragilidad.

Ya para ese momento el sentimiento de vulnerabilidad lo llevaba a mirar de continuó hacía la tienda que había abandonado, pero que a cada paso que avanzaba se tornaba como un simple punto que decrecía y decrecía. Por su puesto, la tentación de remontar el camino que llevaba se le antojaba una opción viable, pero después volvía a su memoria el regreso prometido a su esposa. En ese momento se percató de cómo el miedo puede frustrar la mente; enturbiar la lógica. ¿Acaso no encontró la llegada de la media noche con el reloj del celular? Tal torpeza le hizo sentir una candidez infantil que limitaba con la vergüenza. Afortunadamente no había nadie allí para presenciarlo.

Pero aquella calma que había ganado se esfumó de golpe al percatarse que el aparato estaba descargado. ¿Cómo? Ni idea. Pero quería tirarlo contra el suelo para verlo volar en pedazos (la rabia le hacía pensar que tenía la suficiente fuerza para ello), después de intentos e intentos que no hacían nada más que presentarle la pantalla de bienvenida para volverse a apagar.

El miedo que impregnaba aquel pequeño detalle, aquel simple evento de un celular sin batería, comenzaba a ganar espacio. Recordaba perfectamente que tenía cerca del setenta porciento de carga cuando consultó la hora. Dudaría de sí mismo si por su garganta un mínimo de alcohol la hubiera recorrido, pero no. No había recibido absolutamente nada, a pesar de gastar una buena suma para la bebida de quienes lo invitaron.

En Pacho, en general, desde hace muchos años, más allá de los viejos y cruentos eventos del narcotráfico, al igual que sus actuales y discretos herederos, y la más reciente cuarentena, no ocurría nada espectacular o misterioso. Pero la mente humana es predecible, y los cuentos de su esposa, oriunda del lugar, comenzaron a pulular en su cabeza conforme avanzaba.

Claro. Muchas de esas historias no era más que un refrito de mitologías conocidas. No solo en la zona, o en Colombia, sino en la misma Latinoamérica. Que si la llorona, la patasola, el Mohán o hasta el demonio de la discoteca (ese nombre lo había inventado, pues tal historia no tenía uno propio), etc. Toda una sarta de repeticiones que ni siquiera se actualizaban a nuestros días. También estaban las curiosidades propias del pueblo, como ese hombre con retraso mental que recorría día y noche las calles, de extremo a extremo, arrastrando un camión de juguete cargado con todo tipo de cosas. Pero había otros eventos más cercanos, más misteriosos, donde la evidencia te hacía pensar si eras escéptico y refirmaba tus convicciones de ser un creyente.

Estaba, por ejemplo, las fotos de aquel asqueroso cuerpo calcinado del viejo cura en la puerta de la capilla. Las fotos fueron tomadas con las clásicas cámaras de rollo, pero exhibía con claridad la piel carbonizada y la extraña cara de expresión suplicante por el dolor. Lo particular era que a pesar de aquel cuerpo negruzco de grietas que gotearon sangre al suelo, las telas de su atavío clerical estaban intactas. Se podría afirmar por las imágenes que los blancos, dorados y púrpuras, relucían en comparación a la hulla que cubría.

Por otro lado, estaba el viejo hospital al lado del cementerio, donde se encontraron varias docenas de viejos restos, entre muros, pisos y techos de madera, luego corroborados como saldos de niños. Nunca nadie supo quién hizo algo tan enfermizo. Lo que sí se pudo comprobar era que ningún cuerpo estaba completo, y que dichos restos tenían marcas de dientes. A pesar de comparar con las muestras de doctores, enfermeras y asistentes de la época, jamás se encontró quien fue el perturbado que los devoraba.

Por último, la bruja. La adolescente desaparecida ahora, que, según dicen, por fin el diablo había reclamado su alma. La vio en un video de promoción turística de la zona, en un segundo plano, con una clásica bola de cristal sobre una pequeña mesa. Siempre supuso que era uno de esos elementos tipo disfraz para crear un ambiente llamativo. Después se enteró que prestaba, al igual que otros lugares, servicios de adivinación y amarre de pareja, pero que era especialmente famosa por no ser tampoco del pueblo y deexcepcional belleza. Lo que más recordaban de aquella chica, era la manera de…

- ¡¿Qué putas?!

La línea de pensamiento que le había servido para avanzar, se cortó violentamente. A su oído llegó un silbido. Era suave; casi discreto.

Aguzó el oído, comprobando que aquello no era una mera ilusión de su mente. Algo así como una ilusión en segundo plano. Nada. Esto devolvió en algo la paz a su interior. Tal vez sea que la curiosidad sí mata al gato, o que más allá de esto es la misma estupidez la que clama por acciones sin sentido, pero alguna fuerza inexplicable a la moderación lo llevó a silbar. La cacofonía que salió de su boca en forma circular primero desnudó el espacio, luego, inesperadamente, fue respondido levemente.

¿Un niño? ¿Una broma? No lo sabría ni forzando la mirada alrededor, pues sus ojos no alcanzaban más allá de lo que sus pasos podían cubrir con cada zancada. El corazón le saltó a la garganta y la respiración desbordó desproporcionada. Corrió con todas las fuerzas que sus pies le daban, no sin cierta comicidad en sus movimientos, pues el empedrado lo haría caer al menor descuido.

El silbido seguía y seguía y seguía. ¡Cómo demonios ese horrible sonido podía ir en aumento sin menguar a su movimiento! ¡Por qué sus labios se curvaron y soltaron ese sonido! No era un estúpido. No. Siempre había gozado de evitar cualquier tontería en una pueril prueba de seriedad. Pero aquello había ido más allá de lo comprensible. Él no había silbado a propósito. Fue algo totalmente irreflexivo, maquinal. Pero toda la sensatez no solo se ponía entre paréntesis en aquel momento, simplemente se iba a la basura. Además, ese primer silbido surgió precisamente cuando…

- La bruja. Es la bruja – dijo para sí mismo. Tal descubrimiento que contradecía el sentido común de la mecánica de este mundo, lo hizo titubear a tal punto que resbaló.

Cayó de bruces alcanzando a colocar el brazo izquierdo frente a su rostro. Acto seguido, y a sabiendas de que no se levantaría lo suficientemente rápido para retomar el galope, se acurrucó en posición fetal, mientras escuchaba el sonido cada vez más fuerte, y más fuerte, más y más cerca, hasta que podía asegurar que el origen de aquel sonido venía acompañado de un aliento de ultratumba. Comenzó a llorar. Quería que los sonidos estertóreos de su garganta solaparan aquel que lo había llevado hasta allí. ¡Grita, revuélcate, patalea, has algo! Gritaba en su interior, pero se limitó a sollozar como un niño pequeño.

- ¡Dios mío, Dios mío! – Repitió por lo bajo, mientras sus lágrimas llegaron a las mejillas.

Por un instante el nudo de la garganta impidió que el cuerpo despidiera cualquier otro sonido. Nada. Coincidió su ahogo con el ambiente que lo rodeaba. El sonido se había detenido. ¿Hace cuánto? No tenía idea. Pero antes de confiarse demasiado, exhaló todo lo que pudo e inspiró profundamente. Contó lentamente hasta tres, y la insonoridad colmaba el ambiente. La quietud resonó con su respiración, sincronizándose poco a poco.

De manera exigua pero constante la parsimonia aumentaba. El sentimiento de peligro se atenuaba y solo quedaba una incredulidad de lo que había pasado, mientras se sentaba en dirección del oscuro camino que había dejado atrás. Era una imagen casi irreal. La arena, las piedras, el aire estático, parecían no ser testigos de la violencia que se había desatado en su vida hacía unos pocos instantes. Seguramente no había pasado ni dos minutos, pero toda aquella experiencia parecía ya lejana, y se distanciaba conforme el tiempo avanzaba.

Remembró la invocación desesperada de Dios. No se apenó a pesar de sus certezas, pues, ¿necesitaba ser creyente para invocar un Dios en un momento de verdadera desesperación? ¿No habría dado lo mismo decir Zeus, Thor, Ra, etc.? Y mientras racionalizaba todo, en un intermedio que le permitiera recuperar fuerzas y ponerse de pie, se preguntó por un instante. ¿Dios, fuiste tú?

Inmediatamente un vaho helado rozó su cara desde la espalda y una sensación de aprisionamiento se cernió sobre su hombro.

- Él nunca ha estado aquí…

Fue lo último que escuchó, antes de que todo quedara absolutamente oscuro.



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¿Contexto? En este cuento solo hay una pequeña referencia a un microcuento titulado Un misterioso castigo. Puedes hallarlo en el buscador o ir directamente al mes de abril de este año, día 9.

martes, 7 de junio de 2022

Todo queda en familia

- Mire Astrid, usted me sale por esa puerta y nunca vuelve a entrar.

- ¿Y acaso usted cree que voy a volver?

- Astrid es enserio. Donde usted se vaya, no cuente conmigo para nada.

- ¿Sí, mamá? ¿Acaso pensó en contar conmigo para lo que hizo? ¿Dígame? Prefiero ir a comer mierda a la calle que estar bajo el mismo techo que usted.

- ¿Ah, sí? Mire mocosa. Yo a usted le he dado todo. Techo, comida y hasta estudio, y así me paga. Y no me mire así. A ver, dígame, ¿de qué va a vivir? Dígame debajo de qué puente se va a dormir esta noche. ¿Sin palabras no señorita? Deje la pendejada. Guarde la maleta y vaya a su cuarto…

- ¡No!

- Usted a no me alza la…

- ¡Pues usted debió pensarlo antes de cagarla!

- ¿Cagarla Astrid? ¿Es que no tengo derecho a enamorarme?

- ¿Enamorarse mamá? Lo que es usted es una hiej…

- ¡Mire Astrid, usted me respeta cualigada! Deje de chillar. Llorando como una magdalena y cree que va a sobrevivir en la calle. Más bien madure y échese para el cuarto… ¡Dios mío! Lo que falta en esta casa es un hombre. Y no me mire por lo bajo porque…

- Sabe qué mamá, esta es la gota que derramo en vaso. Pero la verdad, sí, tiene toda la razón. Acá lo que yo necesito, igual que Luisito y María es un papá. Pero es como difícil la vaina, porque como mamá responsable, usted tiene un papá para cada uno y ninguno de esos malparidos da la cara. Ahí si no dice nada, ¿no? Pues me mamé. Me mamé de que en el colegio mis compañeros y los papás se la pasen morboseándola, porque todos seguramente ya tienen sus “paqueticos”. Porque todos en el barrio conocen hasta el último agujero de su cuerpo y que usted es una cualquiera; no le importa un pito que sus hijos crezcan con una muerta de hambre que se le mete en la cama al primero que, ¿cómo es que le gusta que le digan? Ah, sí: “bebé”. ¡No! Me deja terminar Evy. Yo me voy de esta casa, porque no soporto pensar en compartir techo con una persona tan.. tan… ¡uy!

- ¿Es que no tengo derecho a hacer con mi vida y mi cuerpo lo que yo quiera Astrid? ¿No me puedo sentir joven de vez en cuando? ¿No me puedo sentir deseada? ¿No es eso injusto?

- ¿Injusto? ¿Injusto? ¿En serio? Usted es una maldita descarada. ¡Gabriel era mi novio mamá! Escuhelo y métalselo en la cabeza. MI – NO -VIO. ¡Y usted no solo se lo comió, también fue su primera vez! ¡La odio Evy! ¡La odio con todo mi corazón!


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¿Contexto? Ve al cuento de este blog que se llama Una linda bebé. Puedes hallarlo en el buscador o ir directamente al mes de abril de este año, día 11.

lunes, 6 de junio de 2022

Habilidad

¿Qué había tenido en común el colegio, la universidad y los diferentes trabajos hasta el día de hoy? Que desde pequeña toda frustración terminada desencadenada con golpes bastante fuertes a un colchón que siempre ubicaba en uno de los muros de la habitación. Esto hizo que desde un principio su madre y ella, como ahora su esposo y como ejemplo a sus hijos, vieran el valor de soportar ofensas, desprecios y hasta humillaciones, y se enorgullecieran de ese bello arte que exige nuestra sociedad, de tragarse el dolor y no mandar todo a la mierda.

domingo, 5 de junio de 2022

Por algo pasan las cosas...

La carta de despedida afirmaba que Dios la había llamado. Que las señales eran incontrovertibles, pues no solo el fin de los tiempos había llegado, sino que su misión en esta vida se le revelaba y debía partir de este mundo.

Dejó tras de sí a dos niños, una pequeña mascota y a su madre que le ayudaba con los pequeños. Sin embargo, más allá del dolor de tal pérdida, su madre aceptó a plenitud la decisión tomada, pues al final de cuentas, ¿no son misteriosos los caminos de Dios?

sábado, 4 de junio de 2022

Pronóstico

Ese día llegó frente al edificio de la empresa, sacó su celular y, como de costumbre, consultó el horóscopo. Él era tauro, regido por el sol y fuerte como la tierra. Como quien dice: un hombre de armas tomar. Eso lo sabía desde siempre. Por ello, cuando la predicción del día le sugería “el beneficio de los grandes cambios, pues debía romper con ideas conservadoras. La influencia del sol te favorece sólidamente”, se dio media vuelta y tomó el transporte de regreso a casa. Hizo rápidamente su carta de renuncia sin posibilidad de cambio de opinión; la envió y se sintió pleno. Lo triste era que ese día no solo comenzaba su proceso de ser promovido de puesto, sino que no habría de encontrar un trabajo fijo por más de un año.

viernes, 3 de junio de 2022

Inocente cuestión

- Papito, ¿te pueo peguntá ago?

- ¿Sí, claro cariño?

- ¿Poqué hay bebitos en la paredes de a casa?

Aquel cuestionamiento le cayó como un baldado de agua fría. Tales palabras tan oscuras en boca de su pequeña parecían sacadas de un cuento de terror. Peor aún, era imposible que ella supiera algo.

jueves, 2 de junio de 2022

No se puede satanizar

La señora Mercedes después de una vida de valores firmes, echó por la borda su inmaculado historial cuando su hijo, desesperado al igual que ella por la situación, logró pagar el arriendo, los servicios y hasta hacer un ben mercadito, al volverse uno de los dealers del barrio.

miércoles, 1 de junio de 2022

En la jaula

El odio y la rabia la llenaban, al igual que el miedo, mientras su padre le botaba la comida en la cara, acompañada de mil vulgaridades. Mantenía, sin embargo, la cabeza baja y las lágrimas contenidas, pues de quejarse o demostrarse débil el “la corregiría”. ¿Cuánto deseaba que desapareciera de su vista? Tanto como para gritárselo en la cara. Paso en falso que no cometería, pues sabía de qué era capaz. Ya a su hermana que le respondió con un odioso “ojalá no escuchará tu maldita voz”, le había cortado una oreja. Esperaba algún día escapar…