viernes, 10 de junio de 2022

Dolor del alma

Lo difícil para Don Pedro no era recorrer en las mañanas mares de distancia bogotana con su carrito de helados, Bonice, o Vive 100. Años de vendedor ambulante le habían endurecido suficientemente los pies. Tampoco el inestable clima capitalino. Tanto tiempo trabajando en las calles consolidaron un instinto acerca del clima a enfrentar todos los días. Mucho menos volver a casa entre el incierto y nocturno peligro. Se conocía al dedillo los lugares, zonas y personas que le permitían el paso a su cuarto. No. Lo realmente difícil eran todas esas tardes a los pies de ese gran edificio de la 72 donde, entre el mar de trajes y corbatas, su hijo salía a almorzar con otros tantos emperifollados de finas telas y paso formal, y por más que sabía que lo miraba, pasaba por su lado con total indiferencia.

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