viernes, 26 de mayo de 2023

Dulce fechoría

La muñeca le dolía. De continuar, pensaba, sus dedos se verían llenos de callos y la articulación no soportaría; afortunadamente había terminado. La última firma en el último papel del montón estaba lista. Después, como de costumbre, realizó una revisión comparativa, una por una, entre los garabatos que estaban en las diferentes listas de asistencia con las que había hecho.

Se sintió satisfecha. Logró, como cada semana, maestría en su cometido. Se enorgullecía un poquitín con cada detalle que divisaba. ¿Alguien lo notaría? O sea, ¿Alguien se percataría alguna vez del fraude? Seguramente no, pero perfeccionar la calidad era indispensable en caso de una futura revisión. Estaba segura que pasaría sin problemas cualquier tipo de verificación, de darse alguna. Era una falsificadora muy buena.

- Profe – se escuchó una voz desde la entrada del salón de clase –, me mandan por las autorizaciones de los almuerzos.

- Ya están organizadas – se las entregó al joven.

Había cierta picardía en saber que, a pesar de quedar dolorida cada primer día de semana, aquellas pequeñas ilegalidades garantizaban que muchos niños, ignorados por sus padres, recibirían sí o sí el almuerzo en el colegio.


viernes, 19 de mayo de 2023

Respuesta

- ¿Qué pasa profe? La noto cabizbaja. ¿Le está dando duro ser nueva en el colegio?

- Algo así señor coordinador. Mire.

- A ver… Cuarto de primaria, actividad sobre los verbos, Samuel Rancheros…

- Lea la pregunta y la respuesta del punto diez coordinador.

- ¡Oh! Aquí. Y dice así: Pregunta, ¿qué haces cuando tienes hambre? Respuesta, dormir.

viernes, 12 de mayo de 2023

Mamá en el siglo XXI

Ser mamá no es una cosa fácil y menos cuando se está soltera. Hay que despertarse cada mañana con el pequeño al lado, pasando la noche con un ojo abierto y otro cerrado en caso de que necesite algo; levantarse y esperar que nada extraordinario ocurra mientras uno se baña, viste y alista todo lo más rápido posible, para pasar inmediatamente a alistarlo a él y preparar el desayuno de ambos. Después, uno para la escuela y el otro para el trabajo. Y téngase en cuenta que esto es solo una pequeña parte, pues aquí obviamente hablé de la mañana y entre semana.

Pero continuando, añádase a esto el mantener una pequeña angustia todo el tiempo a pesar de saber que lo has destinado a una de las mejores instituciones para su correcta educación. ¿Mañas? ¿Malas maneras? ¿Rebeldía? Todo es posible, pero tristemente las mamitas no somos super humanos con el poder de estar pendiente de nuestros retoños cuanto queremos.

Además, no es fácil dedicar la mayor parte del día a un trabajo que te exige resistir malas experiencias. Pueden ser clientes, otras veces supervisores, o simplemente cualquier acontecimiento que amenaza con que continúes allí. ¿Pero por qué se logra superar todo esto? Bueno, es algo que estoy segura ninguna negará: siendo mamá, ese pequeño ser que no solo es una parte de tu vida, sino tu vida entera, merece tu mayor esfuerzo, pues tu también eres todo para el, o ella.

Peor eso sí, por supuesto, hay recompensas inigualables. Por ejemplo, compartir un fin de semana, completamente Libre de labor, tal vez en un parque, un centro comercial o donde sea con tu hijo. Porque sí, la satisfacción de verlo disfrutar de su comida favorita, de contemplarlo tan hermoso con la ropa que le compras, de saber que crece lo mejor posible, es suficiente para soportar cualquier sacrificio.

Pero, personalmente, y tal vez sea esto muy intimo, así que aquí me confieso, lo que más disfruto de cualquier día es, al terminar el este, sea el que sea, encontrarnos en nuestro pequeño refugio familiar; verlo llegar desde cualquier lugar de casa, rápido, ágil, como solo el puede hacerlo y acostarse a mi lado mientras bate su cola.

viernes, 5 de mayo de 2023

La traición

Regresó llorando a casa ignorando toda mirada. ¿Qué más podía hacer? El dolor. La furia. La indignación. Una mezcla que podría explotarle a cualquiera en la cara, se la reservó para sí misma, pues nadie más que ella lo merecía. ¿Por qué? Porque fue una ingenua: confió.

A su cabeza regresaba la maldita escena de hace aproximadamente una hora; cada movimiento de ese desgraciado, desde tomar la mano de la desconocida al frente del trabajo, con esa mirada de perrito muerto, hasta los jugueteos acompañados de sonrisas. ¡Pero claro! Él contaba con que sus horarios nunca cuadraban para verse después del trabajo. ¿Cómo no lo sospechó? ¿Cuánto tiempo habría estado engañándola?

Y aun así, había algo que realmente le corroía profundamente el corazón. ¿Que se acostó con esa vieja? ¡Propio de todo hombre infiel! ¿Pero cuándo fue la última vez que él había posado sus ojos en ella de esa manera? ¿Cuándo fue la última vez que demostró implícitamente, con cada contacto, ese tan profundo “Te amo” que rebozaba indudablemente con aquella mujer? No podía recordarlo. Así de mal iba todo y quién sabe desde cuando.

¡Pero no le rogaría! No señor. A final de cuentas, aun tenía un mínimo de dignidad. Terminaría todo con un solo mensaje. Ya lo imaginaba. Un Whatsapp que dijera algo como: “Lo vi todo hijueputa. Afuera de su trabajo. Por que sí, fui a darle una sorpresa y me la llevé yo. Vi todo el toque toque y la besuqueadera apasionada. ¿Sabe qué? Esta mierda se acabó y ni se atreva a buscarme”. Después lo bloquearía de todo lado. Lo dejaría con la frustración de dar una respuesta. Y es que si tuviera dinerito ahorrado, sería capaz hasta de mudarse con tal de alejarse de todo lugar que pudiera recordárselo, pero esos lujos no los tiene cualquiera.

Constreñida a volver a casa en lo que quedaba de aquel día libre, con las luces de las farolas juzgándola en aquella noche bogotana, sin energías ya ni para seguir llorando, entró a casa, cruzó la sala de silenciosas luces hasta a su habitación, se empijamó y se metió a la cama. No olvidó, por su puesto, darle las buenas noches a su esposo.