martes, 26 de abril de 2022

Ni siquiera al final del camino...

Fastidiado. Simplemente estaba así. Total y absolutamente fastidiado. Siempre venían con ese discursito arrogante, como si estuvieran en un pedestal mirándolo por lo bajo, de cómo debería cuidarse, de cómo era la forma correcta de hacer las cosas, de cómo existían opciones para dejar ese cigarro que lo estaba matando. Si de verdad les importara, le ayudarían a conseguir un trabajo y a salir de la mala racha que llevaba por tanto tiempo. Pero no. Se dedicaban a joderle la vida porque fumaba. Que mierda. Si ese pequeño elemento cilíndrico era lo que le quitaba la preocupación. “Pero todo es psicológico, se ha comprobado que…” ¡Bla, bla, bla! Al final de cuentas, él sabía que en cualquier momento, si le daba la gana, dejaría de hacerlo. Era cosa de decir no. Así de simple. Además, ya lo demostró una vez en el pasado y lo volvería a hacer cuando menos se lo esperaban. Estos pensamientos acompañaron a Armando en su día a día, prácticamente todo el tiempo junto a otro totalmente obsesivo, convulso y de necesidad absoluta, el día en que sus pulmones no dieron más contra el cáncer: quisiera otro cigarro.

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