sábado, 9 de abril de 2022

Un misterioso castigo

Aquella noche volver a la casa materna fue el último pensamiento y deseo que pasó por la cabeza del Padre Andrés. Un atisbo de inocencia que sobrevivía en su corrompido interior, y que le infundió la fuerza suficiente para aferrarse al metal a pesar del dolor; a pesar del arrepentimiento de una vida digna que en algún momento torció el camino, y que aquella funesta noche llegó al culmen de la depravación. Al otro día, algunos afirmaban que fue un acto de un grupo de satánicos. Otros, que sabían que el padre tenía sus andadas, y el mismísimo diablo vino a reclamar lo que le pertenecía por derecho. Unos pocos, que al final de cuentas, el viejo le cubría ya desde hace tiempo muchos pecados a Rodríguez y sus cómplices, y este era el costo por haberles fallado. Los más osados y creyentes de esas tierras pachunas, que hace ya tiempo el padre dejó de ser un ser humano, para adoptar una vida de bestia chupa sangre. Y aunque por mucho que se especuló, nunca se supo el por qué, aquel anciano, que en algún momento había entregado su vida a Dios, amaneció aquel domingo de ramos pegado, a la puerta entreabierta de La capilla Divino Niño, con el cuerpo totalmente calcinado, el hábito intacto, y una monstruosa mueca de horror.

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