miércoles, 13 de abril de 2022

¡Ay! Andrés

Al leer la noticia, tiempo atrás, Andrés hizo lo que todo hombre responsable sobre tal polémica podía hacer, dejar un comentario en la publicación en Facebook y hablar de su indignación con amigos o familiares, a veces en persona, otras desde su WhatsApp. Pero como toda noticia de un día cualquiera, desechó su preocupación sin más problema que entretenerse con su vida cotidiana. Cosa por demás común, si no fuera porque poco más de un año después, sus atenuados temores se hicieron realidad por un pedazo de papel.

La circular escolar en cuestión anunciaba que, debido a la nueva ley sobre educación sexual, dentro del plan de estudio nacional, en algunos grupos del área de primaria se tocaría, de manera pedagógica, el tema de la masturbación. Grupo al cual pertenecía su pequeña Sofía de apenas diez años. Se añadía que la ley era para todo el país, y con independencia de si el colegio era distrital o privado, de pensamiento liberal o confesional, toda institución estaba obligada a abordar tal temática.

Andrés leyó y leyó el comunicado que venía dentro de la agenda de su pequeña, y lo ojos iracundos desbordaban lágrimas al pensar en el futuro de la niña. Peor, el futuro de su segunda hija que apenas estaba terminando de aprender a caminar.

- ¿Y tú que piensas de esta mierda? – Preguntó Andrés a su esposa.

- Amor. Es una decisión que se venía venir. Te acuerdas que la noticia salió hace rato. Además, son profesores, por algo tienen el título – respondió sin vacilar y serenamente la mujer.

- ¿Perdón, Doris? ¿Te estás escuchando? Es que no es cualquier cosa. Es educación sexual en primaria y, aparte de eso…

- ¿masturbación?

- Si eso, masturbación. ¿Qué es lo que sigue? ¡¿Qué la evaluación final sea quien se la pare y eyacule más lejos?!

La risa reprimida de su mujer lo irritó aun más. No solo por la burla a sus palabras que trataban de mantener el tono más serio posible; la primera vez que tal noticia hizo revuelo, y él sin dudar se la comentó, ella no hizo otra cosa que restarle peso a la situación. Incluso, la primera impresión que él tuvo fue que en realidad no le importaba un pepino. Por esa razón, cuando el tema no floreció, y continuó con la negativa de siquiera opinar sobre el mismo, terminó cualquier intento de reavivarlo.

- Andrés, las mujeres no se tienen que para nada y no eyaculan como los hombres. Además, tenemos hijas no hijos.

Esta afirmación lo indignó por más de una razón. No solo por la obviedad de que solo tenían hijas, sino porque había dicho que “las mujeres no eyaculaban como los hombres”. ¿Acaso las mujeres eyaculaban? Tema bastante curioso en cierto sentido, pero que alejó rápidamente, pues a la larga era irrelevante para él. Optó por un tono más calmo.

- Ese es el problema. Si tuviéramos hijos no estaría tan preocupado, pero las niñas…

- Mira Andrés, las cosas son así de fáciles. Como dice la circular, es una ley. La solución rápida sería irnos del país, a algún lugar donde dicha educación no exista. ¿Podemos darnos el lujo? No, ¿cierto? Así que, por ahora, tendremos que cruzar las manos, y estar pendientes de qué es exactamente lo que les van a enseñar.

Un leve silencio se hizo en la sala de la casa. La voz moderada y que apaciguaba cualquier intento de discusión, daba las puntadas finales. De cualquier manera, esto no evitó que las fosas nasales de Andrés se abrieran en una respiración agitada, y los puños se le cerraran con bastante fuerza; ella tenía razón. Solo quedaba esperar. Después de todo, no iban a cambiar la educación para bien de toda una nación desde su pequeña sala. Además, todo este cruce de palabras le trajo la idea a la cabeza, no sin bastante temor, de que su mujer tenía inclinaciones de izquierda o hasta socialistas.

Las palabras se habían agotado, y Doris, ni corta ni perezosa, fue a comprobar si su pequeña, en su cuarto, había terminado de almorzar. Luego verificaría la hora para calcular cuánto le quedaba para salir a recoger a su otro retoño al jardín.

Andrés se fue a su habitación, y no perdió tiempo en tomar su celular y ponerse a “discutir” en redes sobre tal descaro del Estado colombiano, que cada vez perdía más el rumbo y los valores, y cómo ahora afectaba al núcleo de la sociedad: la familia; su familia.

A pesar de sus sospechas sobre Doris, lo que este preocupado hombre no sabía, era que su mujer no tenía un pensamiento socialista, comunista o de izquierda. De hecho, era tan tradicional como él. Bueno, casi. Porque ese angustiado ejemplar de masculinidad, padre de dos hijas y esposo de una mujer respetuosa dada a evitar problemas, nunca sabría cuan insatisfecha sexualmente estaba ella desde hace años y años; cómo, utilizando ese aparatico que él tenia en las manos, descubrió que sí, que las mujeres podían tener una eyaculación similar a los hombres; que sí, que podían tener orgasmos solo a través de estimular sus senos; un montón de sís, que él siquiera podría imaginar. Aun peor, el jamás, en el resto de vida que le deparaba junto a Doris, descubriría los diversos jugueticos que lo reemplazaban a causa de su ineptitud e incompetencia en la cama.

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Fuente de inspiración:





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