sábado, 16 de enero de 2021

Instrucciones para ser un buen colombiano. (Aplica para cualquier persona).

 Camine a diario por senderos inhóspitos, de aquellos lugares que no soportaría mucho tiempo, o que no frecuenta normalmente por la reputación o la valoración ética de los mismos: prostíbulos, casinos, calles oscuras y cuadras sin salida, psiquiátricos, geriátricos, hoteles de mala muerte, incluso las afamadas "ollas".

No descuide el sonar natural utilizando la jerga tradicional como parce, fierro, gonorrea, gurrupleta, visaje, socio, socito, boleta, man, ñámpira, chirrete, gonorrea, luca, bicho, etc. Claramente debe documentarse sobre el significado de estas palabras para no crear conflictos, y si bien una buena búsqueda en Google da resultados óptimos, estoy seguro que ya conoce algunas de estas palabras o la usa de manera cotidiana.

No está por demás recordarle que debe dialogar con los individuos que encuentre en estos lugares. Demuestre sencillez, pues el objetivo es enterarse de las circunstancias por las cuales llegaron allí; por su puesto, de tener la posibilidad, adquiera algunos de los productos que son comerciados en estos espacios. ¡Ante todo hay que ayudar a la economía local!

También recurra aquellos sitios que lo atemorizan o simplemente lo aburren: bibliotecas, museos, centros culturales, fundaciones, instituciones sociales, etc. Allí solamente debe sentirse incómodo, y dejar que fluya esa esencia del colombiano promedio que se manifiesta con largos bostezos y adormilamiento. Por ningún motivo trate de entender las obras o comenzar a leer los libros (al menos no allí, porque alguien podría ser de aquellos que gustan de la superación personal y la usan para amparar a otros), mucho menos querer apoyar "una buena causa", pues no solo puede echar en balde su colombianidad, sino que podrían ofrecerle hacer parte de colectivos de esos de llaman mamertos. 

Eso sí, debe volver a su casa con una sensación de extrañamiento, esa que tiene después de un orgasmo pero invertido. ¡Sí! Así mismo.

Tome cualquier bebida embriagante en una noche lluviosa y salga a mendigar a la calle así no necesite el dinero. No se preocupe por esto; simplemente está actuando como casi todo el mundo, solo que ellos al igual que usted no se quieren ni deben dejar descubrir. Ahora bien, para mendigar invéntese un cuento, ¡Siempre funciona el del desplazado, desempleado, el ex drogadicto que dejó el vicio gracias a alguna fundación cristiana, y en su defecto a la divina iluminación; el que tiene cinco hijos, una esposa y hasta sida! O aun más fácil, ¡Diga que es venezolano! Es lo que está de moda. Eso sí, trabaje en su acento.

Al volver a su casa fume un cigarro corriente, marihuana, inhale cocaína o cualquier sustancia que haya adquirido en los lugares nombrados en el primer párrafo. Si no los tiene, adquiéralos. En todo barrio es posible conseguir estos productos, o los contactos igualmente. Para esto último tenga presente el vocabulario que ya se ha nombrado con anterioridad.

Igualmente debe tener un arma a la mano. Preferiblemente un revolver. Este también podrá adquirirlo a un precio significativamente bajo si hizo buenas amistades.

¿Recuerda las personas con las que dialogó en los lugares insoportables? Imagine que es un actor profesional (cosa que claramente no pasará nunca), e imite sus comportamientos en su casa mientras, preferiblemente bajo influjo del alcohol o las drogas, se enfoca en evocar memorias de cualquier situación emocionalmente negativa. Recurrir a traumas de juventud, infancia o niñez será suficiente. De no poder hacerlo, opte por los sueños que no ha cumplido, y por las limitantes económicas o sociales por las cuales nunca lo hará. Al tiempo, debe articular sus pensamientos con su cuerpo, de tal manera que sienta un vacío existencial. Que la esperanza se reduzca a su mínima expresión. De ser posible, desaparecerla.

¿No leyó en la biblioteca? En este punto podrá hacerlo. Así,  entre actuación y actuación, recurra a  fragmentos de autores como Cioran, Schopenhauer o Baudelaire. Seguramente no los entenderá por sus limitaciones cognitivas, pero no se esfuerce en hacerlo, pues caerá en cuenta de su pobreza mental, la cual, por nada debe abandonar. Recuerde, debe ser un ser humano ejemplar.

Luego, sumérjase con otros autores como Coelho, Goleman, Hay o Riso, sin embargo la estrategia con estos últimos es diferente. Al acercarse a alguno de ellos, tenga en mente que todo lo que lee no le va a funcionar en la realidad, algo así como que el universo no confabulará a su favor, ¡Nunca! Así desee, quiera o espere algo con todas tus fuerzas. Además, a esto se le sumará el hecho de que podrá entender a estos autores y no los grandes pensadores, ahondando en su corta o nula capacidad de comprensión.

Abra la biblia, busque Timoteo 2. Lea especialmente el pasaje 11 a 13. También serviría Deuteronomio 21, del 11 a 14; incluso levítico 15, 19 y 20 (si quiere cópielos en un papel aparte para que no esté de arriba abajo con las páginas), y mientras los lee, piense en las prostitutas, en las mujeres de los geriátricos o psiquiátricos, en sus abuelas, tías, madre, hermanas o hijas, de tenerlas. Aunque, en general, cualquier mujer servirá. La mujeres siempre son lo mejor como instrumento para movilizar emociones a diferencia de los hombres. En este paso en específico no sirven los niños.

Después de darse cuenta cómo es la realidad y su miserable vida, solo queda ir a la plaza central más cercana donde viva; esa que tienen más por lugar turístico que histórico (en el caso bogotano sería la Plaza de Bolívar), mirar de frente el o los símbolos, o ídolos, a los que uno que otro rinden un falso homenaje, y dispararse en la cabeza.

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