martes, 19 de abril de 2022

Idilio prematuro

No solamente lo veía. No. Lo miraba con ojos de ilusión pura, como solo un adolescente puede llegar a sentir el amor. De eso, era totalmente consciente. Bueno, tal vez de todo. Porque a pesar de cruzar palabras frecuentemente, no era capaz de revelarle mis sentimientos. Creo que nunca lo haría. Mucho menos insinuarle alguna mis fantasías más cursis. Porque sí, a mis diecisiete, aun imaginaba cosas como tomarlo de la mano, caminar por parajes que se volverían bellos recuerdos y, ¿por qué no?, un primer beso (primer beso con él, no es como que yo fuera virgen de labios). Incluso, imaginaba las conversaciones que podíamos tener. De esas en que el tiempo parece transcurrir de manera acelerada, haciendo que horas y horas de charla entretenida, se sientan como unos pocos minutos. Claro está, cuando se acercara el momento de separarnos, yo estaría dispuesta a dejarme a acompañar hasta mi casa. La seguridad de aquella escena me traía su evocación de una cara ausente, algo triste, por nuestra despedida, pero antes del cierre perfecto, diría mi nombre:

- Katerine.

- Sí, mi amor.

- Disculpe, ¿qué dijo señorita Quintero?

- ¡Ay, Profe!… Perdón…


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